Por Rubén Levenberg
“En el primer centenario la Argentina ocupaba el octavo lugar entre los países del mundo. Cien años después estamos disputando el puesto 57”, fue una de las frases con las que el titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA) Hugo Biolcati buscó mostrar ante la otra sociedad, la que componen todos los argentinos, que cuando ellos gobernaban de manera fraudulenta las cosas iban mucho mejor. Lo que no llegó a aclarar es qué hicieron los países que pasaron a ubicarse en los puestos que van del 1º al 56º, si es que sus datos son correctos. ¿Se dedicaron a vender soja o si se industrializaron? ¿Desarrollaron la investigación científico-tecnológica o apalearon a sus universitarios y académicos?
Las preguntas son muchas y seguramente habrá quienes puedan dar mejores respuestas, pero vale la pena recordar que la Argentina llegó a 1910 con un proyecto agroexportador todavía en auge, con un creciente desarrollo del sector terciario –de donde surgiría gran parte del apoyo popular con el que el radicalismo ganaría las primeras elecciones con voto universal y secreto- y con un proletariado incipiente. La inmigración que había llegado desde fines del siglo XIX había llegado con su cultura y su espíritu revolucionario y se expresaba en el proletariado que hacía sus primeros reclamos con el impulso socialista y anarquista, que hacía sus huelgas y protestas, pero también sus periódicos obreros. Y que también sufría la represión, que por cierto no era reflejada por los diarios hoy centenarios sino como expresiones de la brutalidad de la extranjería.
En el festejo del primer centenario, la oligarquía que hoy añora tiempos mejores se esforzaba no sólo por reprimir al proletariado creciente sino también por extirpar del país a sus ideas y a sus hijos, con leyes discriminatorias y persecuciones. La agitación social de la que poco se habla convivió con los festejos y con el entusiasmo terrateniente de la vuelta a la hispanidad, un regreso al cuño español y criollo. Era el festejo de una Argentina cuyo progreso dependía de qué volumen de productos agropecuarios necesitara importar Gran Bretaña y de cuál fuera la etapa de su ciclo económico por el que pasaran las grandes potencias, no era el país de esos intrusos extranjeros que hablaban de socialismo, de proletariado y de industria.
Biolcati, a pesar de su apellido italiano, que seguramente hace cien años hubiera sido visto con poco afecto por sus antecesores terratenientes, no se equivocó cuando añoró el primer centenario. Eran otros tiempos, en los que el pueblo no podía votar libremente, en los cuales los pobres estaban para servir y para reprimir y los ricos para regodearse con la presencia de la infanta Isabel. El del titular de la SRA fue un discurso que añoró la fuerza bruta de sus gendarmes de hace cien años y de sus militares de hace apenas tres décadas, no el espectáculo de Fuerza Bruta, con la Patria y las Madres del segundo centenario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario