sábado, 21 de agosto de 2010

Daniel Piazzolla: “Mi abuelo me regaló 1.400 U$S y me compré la batería de mis sueños”


“Algún día le voy a dedicar un disco a River”


Por Franco Spinetta

Dominado por las pasiones, Daniel “Pipi” Piazzolla es la encarnación de la mística viajera y profunda de su abuelo Astor. Lejos de apoyarse en el prestigio de su apellido, “Pipi” se hizo de abajo entre bombos y cantitos en la popular millonaria, su querido River Plate. Ahora, con una gran banda detrás (Escalandrum), conduce desde la batería los viajes a través de los límites del jazz, yendo y viniendo por las vertientes de la música popular argentina.

Viniendo de una familia con una tremenda historia musical, ¿tuviste algún momento en el que dijiste “yo no quiero ser músico”?

Cuando era muy chico, empecé a tomar clases de música clásica en el piano. A los 10 me harté y dejé todo. Fue la única vez que dejé la música. A los 14, cuando volví para aprender batería, no me fui nunca más. En esa etapa intermedia jugué al rugby en Los Pinos de Del Viso. Era capitán, a pesar de ser el más pequeño en contextura física. El equipo estaba copado por barrabravas de Defensores de Belgrano… era misteriosísimo, ja. Hice muchos amigos ahí.

A pesar de venir con la carga académica y prestigiosa de tu familia, tu llegada a la música fue poco convencional…

¡Claro! No fue por influencia familiar, fue algo que descubrí solo… nunca me presionaron. Por ejemplo, en casa había un tecladito eléctrico naranja y un día veo una propaganda en la tele y al toque la saco. Me enganché sacando de oído propagandas. Entonces le dije a mi viejo de estudiar piano, si tenía algún profesor para recomendarme. Era muy chico, 5 o 6 años. Y con la batería también, la descubrí gracias a ir a la cancha.

¿Por qué elegiste la batería?

Se dio de manera natural. Yo iba a ver a River todos los domingos y me empecé a enganchar con el bombo y los tambores en la popular. Esa fue mi primera relación con el ritmo estable, con la gente participando y cantando… me sentí parte de eso. Mi viejo tenía un montón de máquinas de ritmo en casa, además de congas y panderetas. En la escuela secundaria armaba batucadas y me empecé a copar con eso. Hasta que un día fui a ver un recital de Rod Stewart en River y vi un solo de batería y fue directo al corazón. Ahí me volví loco. Desde ese día (y pasaron 20 años) sigo apasionado de la misma manera con la batería.

¿El apellido te abrió puertas o fue una carga?

La verdad es que no me abrió puertas… la puerta que me puede abrir es para armar una banda de tango. Yo empecé tocando rock, después funk, salsa, ritmos latinos. Luego, llegué al jazz. Estuve 5 años tocando con Lito Vitale. La verdad es que las puertas que te puede abrir el apellido no tienen nada que ver con el género que toco hoy. Es más, a veces se me han cerrado por tocar jazz y no tango.

¿Cómo era la relación con Astor?

Espectacular. Cuando me decidí a estudiar batería, empecé a vender todo lo que tenía: los botines y la pelota de rugby, la Commodore 64… estuve un año tomando clases sin el instrumento. ¡Practicaba con las carpetas de la escuela! Ponía dos guías telefónicas que hacía de hi-hat, la carpeta era el tambor y con el pie le pegaba al piso. Mi abuelo se enteró de esto y un día a la tarde me invita a su casa a tomar el té y me dice: “Tomá, feliz navidad”. Era un sobre con 1400 dólares, que me alcanzaban para comprar la batería de mis sueños, una Pearl Export que miraba todos los días en una vidriera de un local de música. Lo loco fue que la plata me la dio un sábado a la tarde y tuve que esperar hasta el lunes para comprármela… ¡caminaba por las paredes! Y bueno, después tuvimos muchas charlas de música, me recomendó que estudiase en buenas escuelas, con buenos profesores. También, me preguntaba mucho por River porque quería que lo lleve a la cancha, pero la verdad nunca me animé a hacerlo.

¿Por qué?

El viejo tenía muchos problemas en el corazón, estaba lleno de by-pass y era muy cabrón. Yo tenía miedo de que se le cruzasen los cables y se me piantara en medio del partido.

Después de haber pasado por diversas bandas y de haber estudiado en Estados Unidos, formaste Escalandrum, tu banda actual, ¿cómo fue ese momento iniciático?

Un día decidí que quería tener mi propio grupo, no depender de los demás. Lo que me pasaba con Lito Vitale, por ejemplo, es que yo me organizaba para tocar en otros shows y de repente te llamaban para avisarte que al otro día tenías que viajar a La Pampa. Y ahí no hay reemplazos, no hay nada. Bueno, quise zafar un poco de todo eso, de la presión de estar detrás de un artista. Además, estaba muy inquieto y tenía ganas de formar otros proyectos. En año nuevo del 99 decido armar el grupo con amigos ya con nombre incluido.

¿La idea cuál era? ¿Generar una síntesis de todos los estilos que venías tocando?

Sí, la idea era hacer un grupo en el que pudiésemos meter todos los estilos, hacer la música que nos gustaba. Empezamos versionado temas de Paquito de Rivera, entre otros. Después, empezamos a componer música original.

¿Cómo definirías a Escalandrum?

Es una banda de jazz argentino, autóctono, con raíces nuestras… o sea no es la típica banda de jazz norteamericano, es más propia y con una fuerte identidad argentina.

¿Cuáles son los próximos pasos de tu banda?

Este año empezamos un ciclo que va todos los martes a las 21 en Thelonious Club (Salguero 1884). Estuvimos tocando temas nuevos, que vamos a grabar en noviembre. Dentro de un mes, nos metemos a grabar un disco homenaje a Piazzolla, que la gente del Festival de Tango nos pidió que hiciéramos. La verdad es que está bueno porque mantenemos nuestro sonido, la improvisación, el grupo no pierde su esencia. Ahora vamos a presentar los temas de ese disco, también en Thelonious.

¿Te imaginás una vida alejada de la música?

¡No! La verdad no me imagino haciendo otra cosa que no sea música. Tal vez, si no hubiese sido músico, trabajaría en algún empleo normal. Pero, yo sólo tengo dos pasiones: la música y el fútbol. Algún día le voy a dedicar un disco a River Plate.

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