Por Norberto Colominas
Si la figura de Carlos Menem es suficiente para retratar al peronismo conservador, que es al mismo tiempo liberal y ortodoxo, Eduardo Duhalde intenta vender en 2010 los espejos de colores de la década del 90, que terminaron trágicamente en 2001 con una treintena de muertos, un país devastado en lo económico, con 3,5 millones de empleos menos y u$s 50 mil millones de deuda externa más. Un modelo socialmente injusto y democráticamte rengo, cuya figura dominante no fue Menem ni Duhalde sino Domingo Cavallo, quien de 1982 a 2001, y sponsorizado por la Fundación Mediterránea (Arcor, de los Pagani) llevó la voz cantante del ideario conservador. El economista cordobés ya no vive en San Francisco sino en una mansión de u$s 5 millones en Estados Unidos, porque el crimen no paga pero la banca sí. La paradoja es que Cavallo, que nunca fue peronista, se convirtió en el pater familia del peronismo conservador, algunos de cuyos hijos dilectos fueron Menem, Duhalde, De Narváez y Solá.
El Partido Conservador no existe más porque su lugar fue ocupado, desde 1930, por los golpes de estado, y desde 1983 por el peronismo conservador, aunque arranca en los 70 en una parábola que va de Lacabanne a López Rega, de Lastiri a Celestino Rodríguez, de Ottalagano a Ivanisevich, de Miguel a los gordos, de Juárez a Bergoglio y de Ménem a Duhalde, pasando por los puntanos Rodríguez Saá, el misionero Puerta, el cordobés Schiaretti (ex secretario de Comercio durante la convertibilidad) y siguen las firmas.
¿Para qué querrían los conservadores un partido propio sin votos si pueden tener a su servicio un partido popular con votos? Conservadores avispados como los Alsogaray vieron a Menem como un apuesto riojano de ojos azules y ahora ven a Duhalde como un espigado líder del conurbano. El conservador popular Solano Lima, compañero de fórmula de Cámpora en 1973, fue su adelantado.
En la Argentina de todos los tiempos y en la actual sólo hubo dos caminos a seguir: o impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas mediante un firme proceso de industrialización, tomando parte de la renta agraria --vía retenciones-- para promover el avance de la producción, la obra pública, el conocimiento y la tecnología nacionales, apostando a una expansión simultánea del empleo, del consumo y del mercado interno (del que viven y dan empleo 4 de cada 5 empresas argentinas), o apostar al enclave agrofinanciero con abultada deuda externa, importaciones masivas, desempleo generalizado y fuga de capitales, que fue el modelo que asoló al país durante un cuarto de siglo, entre 1976 y 1983. No hay tercera posición.
En la Argentina, si no hay industrialización, habrá ajuste; si no hay crecimiento del mercado interno habrá déficit comercial; si hay déficit fiscal y pocas reservas aumentarán la deuda externa y la fuga de capitales; si no hay paritarias, los salarios caerán. Si no hay recesión habrá inflación. Es así, una y otra vez, como se sabe desde hace mucho tiempo.
Pero alguna razón existe para que ningún sector de la oposición haya hecho pública todavía su propuesta económica. Si tan malo es el programa de los Kirchner, ¿por qué no sale ningún sector de la oposición a proponer un modelo alternativo? Una de dos: o no proponen nada a cambio porque no lo tienen (difícil de creer) o no lo dan a conocer porque sería piantavotos. Y si es piantavotos es porque se trata, una vez más, del ajuste, ese proceso que, manejado por las manos de siempre, traslada renta a los bolsillos de siempre, en detrimento de la mayoría.
La verdad cumpa que lo que se está definiendo en este momento es qué peronismo va a gobernar el 2011, a qué intereses va a defender. Me parece acertado tu post. Entiendo que el liberalismo precisa una máscara y ha encontrado finalmente a Duhalde porque el stablishment precisa un peronista para corporizar la Argentina para pocos.
ResponderEliminarManejan la politica como un partido de Poker,el que rebela sujuego antes de tiempo pierde. No olvidemos que también se juega mintiendo o especulando.
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