lunes, 30 de agosto de 2010

Basta de “berretada” y cómo jugar en primera

La radio y su propia década del 90

Por Pablo Caruso

El 27 de agosto de 1920, con una mítica transmisión desde el Teatro Coliseo, nacía la radiodifusión en la Argentina. Y en cada aniversario de la radio, suelen escucharse las voces que la hicieron lo que es: aquellas sensibilidades que le dan vida a su historia, las referencias obligadas cada vez que se menciona, no lo que dijo la radio, sino lo que es y ha sido; Lo que la trajo hasta acá. Para muestra, la mayoría de los suplementos gráficos editados esta semana sobre el aniversario, o las pastillas del recuerdo.

Aparece el clip de los programas que le abrieron caminos, las entrevistas en canon que inevitablemente caen en la absurda intención de encontrar alguna frase que supere la referencia a su magia, al pontificio teatro de la imaginación.

Desde hace varios años, lo que menos necesita la radio es que la expongan en vitrina. El relicario es la sentencia de muerte que ya superó tantas veces, y que en realidad no busca matarla, sino dejarla en lenta agonía para que sólo puedan seguir haciéndola los eternos perpetuadores del negocio de la radio. La muerte de la radio es un juego de complicidad con la lógica de lo privado, en el que por vagancia intelectual y militante todos hemos participado. Como hacedores y como audiencia.

Emancipar la radio hoy tiene varios desafíos de lo que elegimos TRES como esenciales.

La ley de medios no es en sí misma un quiebre, sino todo lo que su debate permitió repensar. Todavía no se hizo realidad más que en la posibilidad de ampliar los márgenes de acción. Hay que ocuparla, hacerla valer, reglamentarla desde el trabajo profesional para demostrar que no sólo corporativamente se puede enamorar a las audiencias. El amateurismo, como el espíritu de verdulerías, debiera ser desplazado por nosotros mismos antes que por el mercado. En realidad, la berretada es socia del mercado, porque la prefiere como competencia. Porque le asegura la continuidad de la hegemonía. El 33% tiene que demostrar que puede jugar en primera.

Las nuevas tecnologías son otro desafío que también es parte del anterior. Las transmisiones por Internet, la posibilidad de cargar un programa al teléfono y escucharlo cuando uno quiera, desafía a la inmediatez y la imaginación como única virtud. Tampoco eso puede ser exclusividad de unos pocos.

Y lo que bordea todos estos temas, la repartición de la torta. La conformación del negocio de la radio, los fondos necesarios para pagar trabajo profesional, para invertir en tecnología, para, en definitiva, sacar a la radio del museo de las voces eternas.

La lógica comercial de los medios nacionales determina mucho de su funcionamiento. Las pautas publicitarias o el mecenazgo encubierto le dan forma a la radio contemporánea. Va a haber que repartir la torta para hacer posible la aplicación del espíritu de la ley de medios. Un conductor estrella no podrá ganar 30 lucas mientras que el productor y el coordinador de aire ganan 1.500 pesos. Habrá que ponerse el overol y hacer digno el oficio para hacer nueva radio. Más que nueva, VIVA. Que no huela tanto a muerte para beneficio de los que se enriquecen de una agonía que no acabamos de descubrir.

1 comentario:

  1. Era bueno que alguien lo dijera. Por ejemplo, Nelson Castro ganaba en Radio del Plata unos 200.000 pesos por mes y pagaba a sus productores una miseria que no superaba los 1500 pesos. Y tiene una larga trayectoria, porque cada vez que se le antoja y despìde productores, el democrático Nelson viola el Estatuto del Periodista y no quiere reconocer que les paga en negro. Buen tipo, muy respetable. Ni hablar de otros.

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