SOMOS MUCHO MÁS QUE UN TÍTULO Y 140 CARACTERES
Por Pablo Caruso
Del caso Noble Herrera y AMIA “dicen que…”
Tenemos que encontrar, y rápido, la manera de escaparle a la trampa de los zócalos y los títulos agigantados.
Por distintas razones que no tiene sentido rastrear hoy y acá, cada vez que estamos frente a una noticia, una información o un suceso, frente a lo que pasa y nos pasa, nos conformamos con cinco o seis palabras que, bajo la férrea tutoría de algún secretario de redacción o jefe de sección, se ocupan de atar su significado a cierta alguna voluntad política.
Traten de observarlo, nos pasa todo el tiempo. Y de a poco ya se está metiendo también en nuestra comunicación oral y cotidiana: resulta que ahora nos contamos lo que pasó al ritmo de la patria zocalera, y con poca repregunta nos quedamos con esa primera impresión. La interpretación de una elección, los “dicen que dijo de tal candidato”. La sospecha sobre la moral de alguien a quién había que mancillar, y la seguridad de que ahora aquellos tienen que pedir perdón.
El caso de los hijos Noble Herrera es marca registrada en este asunto. También la cobertura de un nuevo aniversario de la impunidad en el caso AMIA.
Desde el viernes pasado se viene ejercitando en el caso Abuelas esta forma de contar las cosas, una estrategia para nada librada al azar… más bien meditada, planificada a escritura fría. El viernes se supo que ciertamente no había resultados positivos, pero también que algunas de las muestras genéticas disponibles en el Banco de Datos no estaban lo suficientemente completas como para siquiera decir que no eran compatibles. Rápidamente se dio luz verde a la victimización de quienes, durante diez años, se encargaron de dilatar el momento de verdad que permitiera a todos dormir un poco más tranquilos. Sin embargo salieron a robar declaraciones rápidas y sin contexto a la mayor cantidad posible de opositores, que con toda la intención de ser tomados por tontos, alimentaron el maltrato a una entidad noble como Abuelas.
Ayer se esperaba uno de los discursos más duros de los familiares y amigos de las víctimas de AMIA. Y así fue. Entre todas las cosas que se denunciaron, toda la bronca, todo el dolor, hubo críticas profundas a las más altas autoridades del gobierno de la Ciudad, a los rabinos que jugaron la individual, a dirigentes sociales que defienden a quienes busca la justicia, a presidentes extranjeros y hasta Cristina Fernández ligó un “gracias por estar, pero necesitamos más que eso”.
En otra de sus grandes ausencias, la televisión pública le regaló la cobertura de semejante acto a sus antagonistas de siempre, que con selectiva sagacidad mencionaban a algunos y cubrían a otros. A D´Elía no le faltó mención; obviamente tampoco a la presidenta. Sobre Macri y Bergman, poco y nada fue escrito. Quien siguió el discurso sin volumen pero con imagen, desayunando en un bar, por ejemplo, o caminando rápido la casa, fijando la atención sólo al pasar, se llevó otro sentido de un acto con definiciones importantes. Ni hablar los portales de Internet, que al rato dijeron que un familiar pro K fue abucheado en el acto de la AMIA.
Tenemos que hacer un esfuerzo individual de lectura más comprometida de la realidad. Tenemos que contar las cosas con más detalle, contextualizando las frases, escapando a la lógica del simplismo que nos ofrece hoy la sobreabundancia de información. No se puede explicar el mundo en 140 caracteres. Eso es tan sólo farandulizar nuestra realidad, regalársela a cualquier Rial que ande por ahí para que se haga un buen plato con nuestras penas y alegrías. Somos mucho más que un título; nos pasa mucho más que un zócalo de canal de noticias.
Yo se que apagar la televisión tiene sabor a pelea perdida, pero si no nos animamos a ese silencio, bueno, por lo menos un esfuercito che, por comprender que en la revalidación de lo complejo está la pelea por un cachito de dignidad en nuestra forma de contarnos la vida.
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