viernes, 22 de julio de 2011

De Ibarra a Macri: LOS CROMAGNONES OCULTOS


Por Patricia Grinberg*
Hace cinco años murieron una mujer y cinco niños, atrapados en un taller de costura clandestino, en Luis Viale 1269 del barrio de Caballito.  Son Wilfredo, 15 años, Juana, 25; Rodrigo, 4; Harry, 3 años; Elias, 10 Y Luis, 4.  Todos ellos eran bolivianos y fueron recordados con reclamos de justicia, y poquísima presencia de la prensa “libre”, con una radio abierta realizada en el lugar por la Asociación Consejo Solidario  y el Colectivo Simbiosis Cultural, en marzo pasado.  Por incumplimiento de los deberes de funcionario público fueron procesados integrantes del Departamento de Control y Verificación de Gestión Comunal. Las crónicas periodísticas no dan los nombres de los funcionarios procesados.
Y el epicentro del terremoto en potencia es precisamente ese… preguntarse – ahora que la ciudad es asunto en debate en todos los aspectos- que agujero negro se esconde en ese Departamento de nombre kafkiano  por cuyas omisiones fue depuesto el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, chivo expiatorio de una impunidad que pasa de gobierno a gobierno de la ciudad  y que ya es hora que  sea develada y terminada.
La Fundación La Alameda, que viene realizando presentaciones contra el trabajo esclavo y la trata de personas, y la Asociación Civil Que no se Repita, que nuclea a un grupo de padres y madres de las victimas de Cromañon, vienen reclamando a Mauricio Macri que se ponga fin “al estado de corrupción generalizada y de descontrol que afecta todas las áreas de control comunal y de policía del trabajo”.
  Las entidades denunciaron que en la ciudad funcionan “300 talleres clandestinos”.  Entre otras irregularidades, señalaron que en 15 meses se produjeron “siete derrumbes con tres muertos y veinte heridos”, además de otras dos muertes y 33 lesiones provocadas por la caída de un entrepiso en el boliche Beara.
  Un año atrás, esta cronista tuvo oportunidad de ver en acción a un “grupo de tareas” de la tal Dirección de nombre kafkiano. Estaba visitando a una paciente en una clínica privada cuando cuatro inspectores y una inspectora comenzaron a recorrer todo el lugar, tomando notas y conversando con funcionarios y directores.  A simple vista, las irregularidades eran ostensibles: falta de salida de emergencia, de matafuegos, de rampas y en ese momento pensé para mis adentros: “aquí se viene una clausura o al menos grandes modificaciones”.  Meses después volví al mismo establecimiento: nada, pero nada, había sido modificado.
¿Cuántos cromagnones en potencia hay en la ciudad?  ¿Cuántos somos cómplices, por omisión, de esas catástrofes anunciadas? Es hora de correr las cortinas, de ventilar la casa, sacar la tierra de abajo de la alfombra y poner este asunto en debate.  Gane quien gane el domingo 31.

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