martes, 14 de septiembre de 2010

Si gana o pierde el gobierno en el 2011, ¿qué hacer?

Los preguntadores y las preguntas sobre la profundización del modelo

Por Pablo Caruso

Más allá de discusiones sectoriales o de la genética propia de los dueños del capital, siempre reticentes a desplazar su ombligo para sumar a la consolidación nacional, hay consensos varios sobre el buen andar de las, digamos, condiciones materiales de nuestro país, por describir de alguna manera al momento económico actual. Incluso la verba de aquellos gurúes que tenían por oficio pronosticar el infierno, se lavan la máscara que llevan por cara y ratifican el buen momento, aunque lo adjudican a una cuestión de “suerte”. Fieles a su objetivo, advierten que si no cambian ciertos aspectos de la política macro-económica (en realidad quisieran cambiar de partido gobernante, pero ya no les resulta tan buena cosecha plantearlo abiertamente), se puede desperdiciar una oportunidad histórica.

Lejos de estos nuevos viejos augurios, no está mal preguntarse cómo vamos en eso de profundizar el cambio. Cómo vamos en eso de torcerle un destino al angurriento modelo neoliberal, más allá de los logros inmediatos.

En definitiva, la pregunta gira en torno a la posibilidad concreta de desarrollar fuerzas productivas dormidas o puestas a dormir, de integrarnos federalmente en un proyecto de independencia real, de tener la certeza de que tardemos lo que tardemos, vamos camino a un país más justo y solidario. Poder mirarnos al espejo y saber que estamos poniendo lo que había que poner.
Claro, por supuesto que suena ingenuo y adolescente, pero no olvidemos por favor la función de la utopía como horizonte.

Hay dinámicas específicamente dominadas por los tiempos políticos. Y vista la calidad de la oposición dominante, hay políticas específicamente condicionadas a la continuidad del gobierno. Pese a quien le pese. Si ese es efectivamente el momento de llegada del 2011, bueno sería que tuviéramos cierta noción de cómo y hacia dónde profundizar el rumbo; qué matriz de desarrollo se buscará consolidar y qué nivel de contradicciones puede soportar ese camino. Qué marco político tendrán las decisiones determinantes, y en qué calidad de consensos estamos dispuestos a lidiar con lo duro, lo amargo y lo difícil.

La apertura de este interrogante no es, en términos del viejo periodismo, “objetivo” e “independiente”. Tiene en claro en realidad que del 2011 en adelante, suba quien suba o baje quien baje, habrá un rol decisivo de las organizaciones y los movimientos sociales en esto de garantizar el rumbo. Es decir, protagonismo decisivo de todos los que no juegan la carrera política desde lo partidario, y que fueron encontrando espacios de referencia y contención para pedir la pelota del juego ideológico. Esos actores cargan con el desafío de arrinconar los intentos de volver atrás (si se diera una derrota oficial), o apuntalar el camino, ajustar la marca (si es fuera necesario), y seguir instalando agenda constituyente.

Para eso, hay que tener muy claro lo pendiente, lo urgente y lo importante. Tal vez sea ese el objetivo de un nuevo periodismo subjetivo, comprometido definitivamente con el bien común y alejado de las corporaciones, la farándula y sus veleidades.

1 comentario:

  1. Excelente, no puedo estar más de acuerdo. Pero no sólo el periodismo debe tener una subjetividad comprometida: el resto de la sociedad que quiere caminar en esa dirección también debe tenerla.
    Saludos

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