Gelbard tenía un proyecto de país |
Un mediodía de finales del invierno del ’74, el ministro Gelbard almorzó con el director-propietario de El Cronista Comercial, Rafael “Cacho” Perrota, y dos redactores del matutino. Uno de ellos interrogó insistentemente al ministro del presidente Héctor J. Cámpora sobre los beneficios que consiguió durante la dictadura de la “Revolución Argentina” para erigir la planta de aluminio en Comodoro Rivadavia
–¿Es cierto que Aluar fue construida en tierras fiscales, con exenciones impositivas y energía barata suministrada por la represa de Futaleufú?
–¿Vos vendes aluminio? –preguntó el ministro con sorna al joven periodista que lo incomodaba.
–No ministro, yo le traslado las críticas que le formulan –respondió el cronista un tanto atribulado.
–Yo te voy decir la verdad –respondió Gelbard con su característico acento judío centro-europeo– Todo lo que dicen es cierto; pero lo dicen porque siempre se lo llevaron ellos y esta vez se lo dieron a este ruso de mierda.
Gelbard tenía clara conciencia de integrar una incipiente burguesía nacional ajena a los intereses tradicionales del campo y a las empresas multinacionales. Su condición de judío lo marginaba además de los salones elegantes de la aristocracia porteña y lo vinculaba en cambio con su paisano Graiver. Su curriculum era un prontuario para la dictadura militar que asaltó el poder constitucional el 24 de marzo de 1976. Graiver estaba acusado, además, de realizar negocios financieros con Montoneros, y su esposa era la hermana del vocero de Isabel Perón, Osvaldo Papaleo. Por mucho menos se desaparecía para siempre en la Argentina de aquella época. ¿Cuál era entonces el famoso clima de negocios del que “disfrutaron” los Graiver? ¿Y cuáles fueron también las seguridades jurídicas de los trabajadores cuando los empujaron a los sistemas privados de jubilación mientras se destartalaba el régimen estatal solidario? Ratazzi pide que se cumpla la Constitución como si el Ejecutivo la violara, al promover precisamente que se cumpla la ley y que se haga justicia.
(De una nota de Alberto De arriba en http://tiempo.elargentino.com/notas/vieja-cantilena-del-establishment)
En 1978 (nada menos) Siglo XXI publicó un libro de Mónica Peralta Ramos (Acumulación del capital y crisis política en Argentina) en el cual mostraba en detalle cómo el Estado había subsidiado a Aluar desde una fuerte impronta crítica de izquierda.
ResponderEliminarHoy se lee con nostalgia.
Magistral lo de De Arriba.
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