Por Gerardo Yomal
En el templo no cabía un alfiler. La gente muy bien vestida acudió a la sinagoga de Bet El ubicada en una zona muy elegante de Belgrano R.
La cita era para participar del festejo de Pesaj, la pascua judía, en conmemoración de la lucha y la liberación de los judíos de los faraones egipcios.
El eje de la celebración era la libertad frente a la esclavitud.
Esa noche del viernes 26 de marzo el Rabino Daniel Goldman tomó la palabra y el auditorio quedó en total silencio para escuchar las palabras del religioso, discípulo de Marshall Meyer.
Tema central: la esclavitud. Promediando el relato contó la historia de Luis, un muchacho de origen boliviano, a quién alguien, en su pueblo natal de Bolivia le había prometido mejor vida en Buenos Aires.
La promesa era que podría trabajar en un taller de costura; le darían casa y comida para él y su familia. Y cobraría 200 dólares mensuales.
Luis lo pensó y finalmente decidió viajar con su mujer y su hijita, con la ilusión de construir un mejor porvenir, encontrar mejores condiciones de vida.
El público seguía con mucha atención el relato y no terminaba de descifrar por donde venía la mano: qué tenía que ver la historia de este boliviano con Pesaj.
Ahí el rabino apreta el acelerador. Contó que Luis no encontró exactamente lo que le prometieron.
En vez de 200 dólares, le pagaban 50. El y su familia vivían encerrados en la parte alta del taller, su hijita de dos años estaba encerrada todo el día porque no le permitían circular por el taller. Dieciséis horas de trabajo diario. Condiciones de esclavitud. Vinieron en búsqueda de un futuro mejor y prácticamente quedaron presos de una paga y un trabajo miserable.
El rabino preparaba su remate: “Luis trabajó en dos talleres de confección de ropa de marcas muy conocidas. No les digo las marcas porque es posible que alguno de ustedes, de los que hoy están presentes, sean los dueños de esos talleres…"
Silencio total en el templo…algunos se miraban, buscaban con la mirada otras caras dentro del templo. La estocada del rabino había dado resultado.
La ceremonia terminó con un gustito raro. La mayoría de las personas se fue a festejar la Pascua en familia. Algunos comieron pollo con arroz y hojaldres de queso mientras que otros se chuparon los dedos con el típico guefilte fish (pescado relleno) y jrein (aderezo de remolacha y rabanito).
En el templo no cabía un alfiler. La gente muy bien vestida acudió a la sinagoga de Bet El ubicada en una zona muy elegante de Belgrano R.
La cita era para participar del festejo de Pesaj, la pascua judía, en conmemoración de la lucha y la liberación de los judíos de los faraones egipcios.
El eje de la celebración era la libertad frente a la esclavitud.
Esa noche del viernes 26 de marzo el Rabino Daniel Goldman tomó la palabra y el auditorio quedó en total silencio para escuchar las palabras del religioso, discípulo de Marshall Meyer.
Tema central: la esclavitud. Promediando el relato contó la historia de Luis, un muchacho de origen boliviano, a quién alguien, en su pueblo natal de Bolivia le había prometido mejor vida en Buenos Aires.
La promesa era que podría trabajar en un taller de costura; le darían casa y comida para él y su familia. Y cobraría 200 dólares mensuales.
Luis lo pensó y finalmente decidió viajar con su mujer y su hijita, con la ilusión de construir un mejor porvenir, encontrar mejores condiciones de vida.
El público seguía con mucha atención el relato y no terminaba de descifrar por donde venía la mano: qué tenía que ver la historia de este boliviano con Pesaj.
Ahí el rabino apreta el acelerador. Contó que Luis no encontró exactamente lo que le prometieron.
En vez de 200 dólares, le pagaban 50. El y su familia vivían encerrados en la parte alta del taller, su hijita de dos años estaba encerrada todo el día porque no le permitían circular por el taller. Dieciséis horas de trabajo diario. Condiciones de esclavitud. Vinieron en búsqueda de un futuro mejor y prácticamente quedaron presos de una paga y un trabajo miserable.
El rabino preparaba su remate: “Luis trabajó en dos talleres de confección de ropa de marcas muy conocidas. No les digo las marcas porque es posible que alguno de ustedes, de los que hoy están presentes, sean los dueños de esos talleres…"
Silencio total en el templo…algunos se miraban, buscaban con la mirada otras caras dentro del templo. La estocada del rabino había dado resultado.
La ceremonia terminó con un gustito raro. La mayoría de las personas se fue a festejar la Pascua en familia. Algunos comieron pollo con arroz y hojaldres de queso mientras que otros se chuparon los dedos con el típico guefilte fish (pescado relleno) y jrein (aderezo de remolacha y rabanito).
¿Por qué ir a buscar un boliviano? ¿Por qué salir de la parábola del pueblo judío que de esclavo ayer, hoy se ha convertido en el Faraón para los palestinos? El Pesaj, la celebración de la libertad, no puedo seguir haciéndose sin revisar el papel actual del pueblo judío con respecto a los palestinos. Ir a buscar a un boliviano es llevar a la distracción sobre el punto más crucial. Pero seguro que de eso el rabino no podía hablar porque lo hubieran echado de la sinagoga. Hay que decirlo. ¿Por qué no le preguntás al rabino por qué no habla de los palestinos en la celebración del Pesaj?
ResponderEliminarEntiendo lo de Eva pero no comparto. Es decir creo que Israel debe dar cuenta de lo que hace en Palestina , pero decir "alguno de ustedes es el dueño" es una patada en el estómago a varios" y además Goldman ha salido a criticar duramente por ejemplo a Bergman. No es poco
ResponderEliminarSí Avallay, está bien lo que hace Goldman, que es mejor que lo que hace Bergman, pero en la celebración de Pesaj específicamente, lo que hace "agua", es el agujero por donde el pueblo judío ha terminado como opresor y Faraón. Para mí la celebración de Pesaj ha dejado de tener sentido, no soy capaz ya de festejar ni de comer pescado relleno, porque cuando lo hice durante toda mi vida, sentí que éramos el pueblo que encarnaba la libertad. Desde el asesinato de Rabin, no festejo más el Pesaj.
ResponderEliminarNo puedo comer la hierba amarga sin sentir el amargor de la vida de los palestinos. No puedo recordar nuestra escalvitud sin recordar la escalvitud de esta gente sumergida en un conflicto sin salida, la cual está a merced de cierto judaísmo que se permite abortar un proceso de paz asesinando al líder que era héroe del pueblo israelí. No tiene sentido el Pesaj hasta que "dejen salir al pueblo palestino".
Cómo me gustaría saber lo que dice Goldman de lo que digo acá.
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