martes, 20 de abril de 2010

Bergoglio nos congela la identidad


Si el Cardenal Primado no se moderniza los duerme a todos. (Foto de TELAM).

Por Pablo Chami


Debate: La nación no cayó del cielo


Las recientes declaraciones del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio me llevan a reflexionar acerca de las distintas ideas acerca de nuestra identidad. El Cardenal dijo en su homilía de 15 de abril:

"Le pido al Señor que ante esas internas mezquinas de miedo y desorientación nos sopapee con la luz de la grandeza. La grandeza de una Patria que hemos recibido hecha con trabajo, lucha, sangre, equivocaciones. ¡Pero la recibimos y no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación!".

Destaco la frase: “no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación”. Me preguntó: ¿por qué no tenemos derecho a cambiar, modificar o mejorar nuestra identidad?

Para responder a esta pregunta podemos recurrir a la Historia. En las últimas décadas del siglo XX se produjo un largo debate acerca de la formación de las naciones modernas. Este debate responde a las siguientes preguntas: ¿La Nación es un alma que preexiste o una construcción histórica? Y además: ¿las naciones modernas surgieron durante la ilustración y la Revolución Francesa o existían desde antes?

Hay dos teorías acerca de la creación de las naciones: Los primordialistas y los modernistas. Los primordialistas creen que la nación existía desde tiempos remotos como etnia o nación para luego conformar el estado-nación. Los modernistas entienden que la nación es una construcción histórica contingente.

En general, los historiadores actuales consideran que las naciones y las identidades nacionales corresponden a una construcción histórica determinada por la acción de los pueblos y por circunstancias externas contingentes que los condicionan.

Si aceptamos esta última posición, entonces la Nación Argentina y también nuestra identidad son producto de la acción histórica, que tiene como base la acción de los hombres de la Revolución de Mayo: Belgrano, Moreno, Castelli, Monteagudo, los congresales de Tucumán en 1816. Los creadores de los símbolos patrios, la bandera de Belgrano y el Himno Nacional de Vicente López y Planes. Y luego, las distintas generaciones que conformaron nuestra nacionalidad.

La Nación tiene como base estos orígenes, pero como toda creación humana, es perfectible y las nuevas generaciones tenemos el derecho y creo que también la obligación de modificar los significados de nuestra nacionalidad de acuerdo a los tiempos. Le respondo a Bergoglio: la Nación no es un regalo del Cielo. Es una construcción humana hecha con aciertos y errores. Por eso tenemos todo el derecho a modificar y mejorar nuestra identidad incorporando nuevos factores que el paso del tiempo nos hace presentes. Me refiero a las minorías postergadas, los pueblos originarios, los inmigrantes europeos de la primera inmigración, los nuevos inmigrantes de las repúblicas hermanas y las minorías sociales: discapacitados, homosexuales, raciales, entre otros. Debemos recordar el pasado para no repetir trágicos errores, pero aferrarnos a él, impide el desarrollo de nuestro ser nacional.

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