Grassi según la revista Barcelona
Por Liliana Mizrahi
Los curas pedófilos y la crucifixión de los chicos.
La iglesia católica, a través de sus sacerdotes, comete crímenes contra los niños y niñas, que confían en ellos.
La iglesia católica crucifica niños ¿cómo?, primero abusa sexualmente, y después los pone en la oscuridad. No los socorre. No los ayuda. No los repara, ni los sana. Omite al abusador y a los abusados. Miente. Esconde. Disocia. Niega, tapa hechos aberrantes, de los cuales los niños inocentes son víctimas, y la Iglesia en vez de aclarar, oscurece y esconde. Manda silenciar. Reprime.
No sanciona realmente a sus sacerdotes pedófilos. No los condena. No los juzga. No publica el delito, ni lo atiende. No se ocupa de los niños, ¿qué hace la iglesia?
No se espanta ante la capacidad de sus sacerdotes de abusar sexualmente de los niños y niñas. No los excomulga. No los echa.
La pedofilia es una de las formas del infanticidio. Abusarlos, manosearlos, convertirlos en objetos juguetes sexuales, es una forma de crucificarlos. Marca a los niños para siempre. Este abuso, condena a los niños de muchas maneras: socialmente, en su sexualidad, emocionalmente, intelectualmente. En su identidad.
El pedófilo tiene conductas que son propias del filicidio, en aquellos que dicen defender la vida del nonato. Son conductas filicidas, las realice un cura, el padre, un vecino o el padrastro. Cualquiera.
La Iglesia tiene un pacto de silencio ante estos delitos. Silencia estos hechos delictivos, los silencia tanto que “no existen”. Desaparecen (para ellos).
Como terapeuta, atendí a dos niñas adolescentes abusadas y violadas, por el cura de la familia, en un barrio muy humilde de Moreno, Las Catonas.
Fueron derivadas, por un sacerdote tercermundista de la opción por los pobres. En esos sacerdotes sí, habita el espíritu de Jesús.
Ante la aberración de un abuso sexual, la Iglesia no cambia, cambia el lugar geográfico del pedófilo, la parroquia, el obispado, de estos sacerdotes, lo cambian de lugar, desaparecen un tiempo, lo mandan a Paraguay, en el caso que me tocó atender… y nada más. En síntesis, los protege. Es cómplice y ampara a delincuentes ensotanados. Es su cómplice, a través de un pacto de silencio, que consideran “sagrado”.
Lo sagrado es la verdad, la justicia. No el silencio.
Lo sagrado son los niños, no lo curas, ni la imagen de la Iglesia.
Lo sagrado tiene que ser la verdad, porque la verdad libera y es sanadora.
¿Cómo vamos a creer que Jesús está ahí?
Si bien Jesús dijo,- Dejad que los niños vengan a mí-, fue porque encontraba en esos seres el milagro de la inocencia. Inocencia de la cual él mismo se alimentaba.
Él sabía que la verdad, la pureza habitaba en esos seres chiquitos.
Nada más lejos del espíritu de Jesús, que los pedófilos de la iglesia.
Sin embargo, ellos, los pedófilos de la Iglesia, ajenos a sus verdaderas responsabilidades, se atribuyen ser los mensajeros, los intermediarios, los representantes de Jesús en la tierra. Mentira.
Mientras tanto, sin aceptarlo, destruyen la fe y la confianza.
Quizás, hay que retirar con libertad, la confianza en una Iglesia que encubre crímenes contra los niños y niñas, no se juega por ellos, no los repara, no los sana, no los saca a la luz, no los libera. Cuando fue el mismo Jesús el que dijo: “La verdad nos hará libres.”
Algo muy importante está sucediendo en la iglesia católica, entre los mismos curas, en el Papa. Y también en los feligreses.
¿Cómo siguen creyendo, los que creen?, ¿cómo siguen confiando los que confían?, los que van a misa, los que se confiesan, los que reciben la comunión.
Esta iglesia que dice practicar la abstinencia en el celibato, miente.
Esta es la Iglesia que niega la educación sexual de los niños y adolescentes, el uso del profiláctico, o el uso de los anticonceptivos, la pastilla del día después, que serían verdaderas conductas de cuidado hacia niños y jóvenes. La iglesia se niega. ¿Por qué?
También le niega a las mujeres, la decisión de sus maternidades, a las jóvenes la libertad de decisión sobre el propio cuerpo, la interrupción voluntaria del embarazo. Es la iglesia que se opone al matrimonio gay y a tantas otras cosas.
Y levantan sus voces “espantadas” y levantan sus dedos moralinos, ante el crimen del nonato. ¿Son ignorantes del mal, y del daño que causan?
No les importa, en la realidad, la vida, el crecimiento saludable de los niños no les importa.
Ellos, los sacerdotes, banalizan el crimen del niño al que convierten en víctima de sus abusos y violaciones. Cuando manosean impúdicamente un cuerpo infantil, destrozan además, la ingenuidad y la inocencia. Lastiman una vida y la profanan. Destrozan la capacidad de confiar. Y además, los niños quedan sometidos a la represión que significa “silenciar”.
Son niños, a los que no se teme. Son niños, sobre los que se tiene superioridad física, más fuerza, y además tienen la mística con que rodean el abuso.
Los niños son “seres disponibles”, no tienen autonomía, son vulnerables, y están indefensos de toda indefensión.
Los niños son seres necesitados, dependientes, por eso pueden ser sometidos con facilidad, porque no tienen la defensa de algún adulto, par del abusador. Son abusados, profanados fácilmente. Y además reprimidos o descalificados en su expresión.
Los pedófilos son verdaderos abortos humanos. Incluso por su cualidad camaleonesca. Seres de una gran perversidad, que en definitiva gozan con el mal, y por eso lo hacen. Pero niegan el mal, el daño que cometen a otros, como si no lo hicieran. Lo banalizan.
Y de algún modo, en el caso de los sacerdotes, están legitimados por el entorno religioso. No pierden nada, ningún beneficio. Cambian de lugar por un tiempo y vuelven. Y siguen en lo mismo.
¿Qué hacen con sus conciencias? ¿Cómo soportan ser, y vivir con ellos mismos?
¿Y los abusados cómo están? ¿Dónde están? Necesitamos saber de ellos.
Seres de gran enfermedad los ensotanados.
Seres que generan gran enfermedad los ensotanados.
La Iglesia, el Papa, y el resto de los ensotanados sacerdotes se deben a sí mismos una seria penitencia y alguna justicia para los niños abusados.
Es mi deseo profundo, que la iglesia católica argentina sea separada del Estado argentino y no intervenga, hasta poner orden y dignidad en su interior.
lmizrahi@pachami.com
Los curas pedófilos y la crucifixión de los chicos.
La iglesia católica, a través de sus sacerdotes, comete crímenes contra los niños y niñas, que confían en ellos.
La iglesia católica crucifica niños ¿cómo?, primero abusa sexualmente, y después los pone en la oscuridad. No los socorre. No los ayuda. No los repara, ni los sana. Omite al abusador y a los abusados. Miente. Esconde. Disocia. Niega, tapa hechos aberrantes, de los cuales los niños inocentes son víctimas, y la Iglesia en vez de aclarar, oscurece y esconde. Manda silenciar. Reprime.
No sanciona realmente a sus sacerdotes pedófilos. No los condena. No los juzga. No publica el delito, ni lo atiende. No se ocupa de los niños, ¿qué hace la iglesia?
No se espanta ante la capacidad de sus sacerdotes de abusar sexualmente de los niños y niñas. No los excomulga. No los echa.
La pedofilia es una de las formas del infanticidio. Abusarlos, manosearlos, convertirlos en objetos juguetes sexuales, es una forma de crucificarlos. Marca a los niños para siempre. Este abuso, condena a los niños de muchas maneras: socialmente, en su sexualidad, emocionalmente, intelectualmente. En su identidad.
El pedófilo tiene conductas que son propias del filicidio, en aquellos que dicen defender la vida del nonato. Son conductas filicidas, las realice un cura, el padre, un vecino o el padrastro. Cualquiera.
La Iglesia tiene un pacto de silencio ante estos delitos. Silencia estos hechos delictivos, los silencia tanto que “no existen”. Desaparecen (para ellos).
Como terapeuta, atendí a dos niñas adolescentes abusadas y violadas, por el cura de la familia, en un barrio muy humilde de Moreno, Las Catonas.
Fueron derivadas, por un sacerdote tercermundista de la opción por los pobres. En esos sacerdotes sí, habita el espíritu de Jesús.
Ante la aberración de un abuso sexual, la Iglesia no cambia, cambia el lugar geográfico del pedófilo, la parroquia, el obispado, de estos sacerdotes, lo cambian de lugar, desaparecen un tiempo, lo mandan a Paraguay, en el caso que me tocó atender… y nada más. En síntesis, los protege. Es cómplice y ampara a delincuentes ensotanados. Es su cómplice, a través de un pacto de silencio, que consideran “sagrado”.
Lo sagrado es la verdad, la justicia. No el silencio.
Lo sagrado son los niños, no lo curas, ni la imagen de la Iglesia.
Lo sagrado tiene que ser la verdad, porque la verdad libera y es sanadora.
¿Cómo vamos a creer que Jesús está ahí?
Si bien Jesús dijo,- Dejad que los niños vengan a mí-, fue porque encontraba en esos seres el milagro de la inocencia. Inocencia de la cual él mismo se alimentaba.
Él sabía que la verdad, la pureza habitaba en esos seres chiquitos.
Nada más lejos del espíritu de Jesús, que los pedófilos de la iglesia.
Sin embargo, ellos, los pedófilos de la Iglesia, ajenos a sus verdaderas responsabilidades, se atribuyen ser los mensajeros, los intermediarios, los representantes de Jesús en la tierra. Mentira.
Mientras tanto, sin aceptarlo, destruyen la fe y la confianza.
Quizás, hay que retirar con libertad, la confianza en una Iglesia que encubre crímenes contra los niños y niñas, no se juega por ellos, no los repara, no los sana, no los saca a la luz, no los libera. Cuando fue el mismo Jesús el que dijo: “La verdad nos hará libres.”
Algo muy importante está sucediendo en la iglesia católica, entre los mismos curas, en el Papa. Y también en los feligreses.
¿Cómo siguen creyendo, los que creen?, ¿cómo siguen confiando los que confían?, los que van a misa, los que se confiesan, los que reciben la comunión.
Esta iglesia que dice practicar la abstinencia en el celibato, miente.
Esta es la Iglesia que niega la educación sexual de los niños y adolescentes, el uso del profiláctico, o el uso de los anticonceptivos, la pastilla del día después, que serían verdaderas conductas de cuidado hacia niños y jóvenes. La iglesia se niega. ¿Por qué?
También le niega a las mujeres, la decisión de sus maternidades, a las jóvenes la libertad de decisión sobre el propio cuerpo, la interrupción voluntaria del embarazo. Es la iglesia que se opone al matrimonio gay y a tantas otras cosas.
Y levantan sus voces “espantadas” y levantan sus dedos moralinos, ante el crimen del nonato. ¿Son ignorantes del mal, y del daño que causan?
No les importa, en la realidad, la vida, el crecimiento saludable de los niños no les importa.
Ellos, los sacerdotes, banalizan el crimen del niño al que convierten en víctima de sus abusos y violaciones. Cuando manosean impúdicamente un cuerpo infantil, destrozan además, la ingenuidad y la inocencia. Lastiman una vida y la profanan. Destrozan la capacidad de confiar. Y además, los niños quedan sometidos a la represión que significa “silenciar”.
Son niños, a los que no se teme. Son niños, sobre los que se tiene superioridad física, más fuerza, y además tienen la mística con que rodean el abuso.
Los niños son “seres disponibles”, no tienen autonomía, son vulnerables, y están indefensos de toda indefensión.
Los niños son seres necesitados, dependientes, por eso pueden ser sometidos con facilidad, porque no tienen la defensa de algún adulto, par del abusador. Son abusados, profanados fácilmente. Y además reprimidos o descalificados en su expresión.
Los pedófilos son verdaderos abortos humanos. Incluso por su cualidad camaleonesca. Seres de una gran perversidad, que en definitiva gozan con el mal, y por eso lo hacen. Pero niegan el mal, el daño que cometen a otros, como si no lo hicieran. Lo banalizan.
Y de algún modo, en el caso de los sacerdotes, están legitimados por el entorno religioso. No pierden nada, ningún beneficio. Cambian de lugar por un tiempo y vuelven. Y siguen en lo mismo.
¿Qué hacen con sus conciencias? ¿Cómo soportan ser, y vivir con ellos mismos?
¿Y los abusados cómo están? ¿Dónde están? Necesitamos saber de ellos.
Seres de gran enfermedad los ensotanados.
Seres que generan gran enfermedad los ensotanados.
La Iglesia, el Papa, y el resto de los ensotanados sacerdotes se deben a sí mismos una seria penitencia y alguna justicia para los niños abusados.
Es mi deseo profundo, que la iglesia católica argentina sea separada del Estado argentino y no intervenga, hasta poner orden y dignidad en su interior.
lmizrahi@pachami.com
Tu mensaje es contradictorio, das a entender por una parte que toda los sacerdotes de la Iglesia son corruptores de menores, o por lo menos toleran la corrupción, y por otro lado decis que existen ensotanados que son distintos (tercermundistas)no se te entiende. Resulta tanbien incomprensible lo que manifestas acerca de que Jesús se alimentaba de la inocencia de los niños (de que parte de la Biblia sacaste eso?).
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