Creo que me crucé con el periodismo desde pequeño y finalmente me ganó. Tal vez lo que me haya definido mejor fue algo que le escuché decir a Carlos Garaycochea sobre los humoristas y que yo aplico al periodismo: Cuando pasan por un lugar donde ocurrió algo, cada uno tiene su punto de vista, pero el periodista observa el hecho, a los que relatan el hecho y a los que opinan sobre el hecho. Observar el conjunto y los detalles y relatarlo es algo que siempre me sedujo. Hice mis primeras experiencias cuando cursaba la escuela primaria en Haedo y se me ocurrió escribir un homenaje a Robert Kennedy a raíz de su asesinato. El director de la escuela me dijo “esto nos va a traer líos con los inspectores, pero lo publicamos igual”. De allí en más tuve claro que iba a ser periodista y que cualquier otra cosa que hiciera iba a llevarme hacia allí.
Tras la experiencia escolar escribí en periódicos políticos y de los otros, siempre ad honorem. Mi ingreso al mundo del periodismo profesional fue en 1982, cuando me integré a la comisión de prensa de Música Siempre, una de las organizaciones que intentaban reconstruir la cultura popular sobre fines de la dictadura. Allí un colega y hoy gran amigo me pidió algunos informes para la revista Redacción, la que dirigía Hugo Gambini. Fueron mis primeros trabajos remunerados, pero a esa altura ya había picado esténcils, visitado hemerotecas y escrito docenas de columnas de las cuales hoy todavía me río y mucho.
Mi mayor satisfacción en el periodismo fue haber tenido el privilegio de ver cómo trabajaban los tipos a los cuales admiraba y sigo admirando. Mi primer trabajo regular fue en El Periodista de Buenos Aires y no hice más que aprender y aprender. Después fue en Página 12 y no me alcanzaban ojos y oídos para observar cómo laburaban periodistas y escritores que estaban construyendo un diario nuevo. También aprendí que hay conductas que merecen respeto, como la de Andrés Cascioli y la editorial La Urraca, donde un día me encontré con que tenía mi primer recibo de sueldo, porque, según me informó la persona de administración, “pasaste las 24 colaboraciones y te corresponde”. Era así, sin trampas.
Más que la mayor frustración, debería decir que la primera fue cuando en una mesa de periodistas escuché a colegas “progres” competir para ver quién tenía una relación más fluida con el entonces embajador estadounidense Terence Todman. Tal vez deba decir que otra frustración fue haber comprobado que en periodismo te pueden perdonar cualquier cosa, menos que no quieras formar parte de un grupo interno. Así me gané el primer despido, que paradójicamente derivó en una gran satisfacción, porque inmediatamente entré a otra empresa en la cual me dijeron: “Si hacés lo que hacías allá, te queremos con nosotros”.
Si tengo que hablar con alguien que se larga a estudiar periodismo, lo primero que le digo es que no lo dude: la fama es puro cuento. Que es más importante desarrollar la capacidad para mirar alrededor, para estudiar y para aplicar lo que se estudia, que colocar una firma aquí o allá. Les aconsejo que no se queden con el taller, que, como dijo un colega alguna vez, “no se resignen a ser peones del periodismo”. Yo agregaría que con el estudio pueden aspirar a ser algo más que reproductores de discurso y con la lectura van a ser mucho más que soldados para todo terreno. Finalmente, que tengan mucha paciencia. Si uno es pícaro, se puede subir con rapidez, pero se pierde lo más valioso, que es la experiencia.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual permitirá canalizar las inquietudes de miles de comunidades y organizaciones que tienen vedado el acceso a los medios. No porque vayan a desplazar a los que ya están, sino porque la tecnología ya permite una ampliación de las frecuencias, con lo cual se abren muchos espacios que, si no hay una ley que los regule, serán ocupados por los mismos que hoy manejan casi todos los medios. De todos modos, el canal de comunicación requiere de contenidos, que son producto del trabajo humano y que debe ser remunerado. Eso a su vez necesita financiamiento y no me queda claro cómo se desarrollará la historia de aquí en más.
Por ese motivo apoyé el proyecto de la Ley, participé de los debates y brindé todo mi respaldo al Gobierno para que la Ley fuera aprobada.
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