Por Gerardo Yomal
No hay con que darle a Evita: es un personaje que lo tiene todo para que después de más de 60 años sigamos hablando de ella.
Está entre los cinco íconos más importantes de la Argentina, mirada positivamente hoy por la izquierda y la derecha, en general. Por supuesto que hay matices.
Pero no se escuchan ataques furibundos: la pueden rescatar desde Carrió, De Narváez, Duhalde, Menem, Kirchner, Cristina, Solanas, Sabatella, Heller, Echegaray, por nombrar políticos de diferentes ideologías.
Cada uno la adecua a su cristal ideológico pero hoy no es políticamente correcto hablar mal de Evita.
Evita es la vengadora de los pobres, es una heroína, es un mito difícil de reemplazar que fue estereotipada como bastarda, actriz de cuarta, prostituta, resentida a tal límite que se llegó a festejar su enfermedad con el “viva el cancer” que paradójicamente después de 60 años aparece de nuevo en esta actualidad.
La bicicleta o una pelota para los chicos, un hotel para los obreros en Mar del Plata (ciudad de la oligarquía de aquel entonces), una casa digna, la maquina de coser, un acordarse de los pobres…
Dignidad… esa es la palabra.
Basta de “sí señor”, basta de “a las ordenes”, basta de “cómo no mi patroncito”, basta de chupar las medias a los poderosos, basta de clases superiores…
Ahí radica la fuerza de Evita: lograr que los más pobres sean respetados.
Y por eso la odiaban: venía a trastocar lo establecido.
Eso quedó en el inconsciente y en el conciente de parte de la sociedad argentina.
Después de 58 años de la muerte de Evita, en otro mundo muy distinto, sin embargo, se siguen discutiendo muchas cuestiones que tienen que ver con su lucha: la dignidad de los más humildes y olvidados de la sociedad.
Una vez leí que fue un "baño de ciudadanía para el pueblo". Ni más ni menos que eso. Le pondría, para hacer enojar a los gorilas, "campeona de la república": ¿o alguien más que ella hizo realidad aquello que decían los papeles de la Constitución que muchos mienten defender?
ResponderEliminarDignidad es la palabra, justamente por eso es el odio, por dignificar lo considerado indigno.
ResponderEliminarUn Abrazo