EL PERIODISMO POLÍTICO, SÓLO UN INSTRUMENTO DE PRESIÓN
Por Franco Spinetta
Rara vez en la actividad periodística sucede algo genuino. Sobre todo, en el llamado periodismo político. Cuando se destapa algún caso de investigación, la regla es que esa información proviene de sectores que ventilan cierta data para "operar" y jaquear al oponente circunstancial. El periodista termina reducido a un mero divulgador, un medio para dirimir internas entre ciertos personajes, generalmente circunstanciales.
Cierto es, aunque no se diga, que existe una alta cuota de vanidad y narcisismo que lleva a codearse con el poder de turno. Como dijo Rafa Di Zeo, el ex líder de la barrabrava de Boca, "ser poderoso es tener el teléfono de los poderosos". No hay nada que valga más en esta actividad que la famosa "agenda".
A pesar de que las rencillas políticas y menesteres de las luchas internas entre las figuras de turno no es lo más leído de los diarios, esas notas son consumidas con devoción por ese círculo político-económico que transita siempre por un carril distinto a la realidad, pero que la interviene y modifica de acuerdo a sus necesidades. Las supuestas "informaciones" que obtienen los periodistas dedicados a la chusma politiquera, no son más que filtraciones necesarias para la construcción y funcionales, casi siempre, a un interés previo que el periodista ignora o pretende ignorar.
Sin embargo -y esta es la paradoja- en la pelea por la información, el rol del periodismo político es determinante. Quien hace la mejor operación, quien mejor construye la realidad en forma atractiva, gana en credibilidad y eso se transforma en un cheque en blanco. Esa batalla es por la conquista de la agenda mediática, que no es otra cosa que la determinación de los temas de los cuales hay que hablar. Hubo un momento, deliberado o no -nunca lo sabremos-, en el que el periodismo decidió ocultar sus mecanismos y transformarse, en el peor de los casos, en un instrumento de presión y coacción al servicio de la paga de turno. El peor ejemplo, sin duda, es Clarín.
Y el público siempre es rehén. Cuanto más mediatizada está la sociedad, mayor es el grado de irrealidad que se vive. Cuanto menos participa la sociedad, más medios consume en su tiempo libre que transita encerrado. Cuanto más medios consume, ya sabemos el resultado.
estamos frente al fin del periodismo, por lo menos como lo conociamos hasta hoy. No se trata de la objetividad, sino de la subjetividad del capital.
ResponderEliminarNo me atrevería a tanto (como el comentario de anónimo de las 16,40), pero no tengo dudas de que está todo en entredicho....y eso es más que saludable. Endemientras, con evitar "fuentes indecentes" y hacer el esfuerzo de tratar de "informar" en vez de "operar", ya va siendo importante.
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