Golpes contra Correa y Cristina

LA CIA / QUIÉN JUZGA A LOS MEDIOS / ATENTOS CON PARAGUAY / PINO DEJATE DE JODER / DESTITUYENTES/PRONTOS PARA LA CALLE / COBOS MUÑECO DE TORTA / LA 125

Por Pablo Caruso

¿Fue o no fue un intento de golpe de Estado lo de ayer en Ecuador? ¿Y si fue, ya terminó? Y si no fue, ¿qué nombre le ponemos?, porque desestabilización le queda medio corto. Lucio Gutiérrez, ex presidente, ex militar, cuyos socios quisieron tomar el canal público por donde se comunicaba Correa, ¿tiene que ir preso por atentar contra la democracia? ¿Y los dueños de los medios de comunicación privados, que según Correa tergiversaron la reforma política que gatilló el episodio para manipular la ira de los sublevados, tienen que entregar licencias y asumir responsabilidades penales?

¿El apuro extraordinario de la OEA fue convencimiento ideológico o está perfeccionando respuestas para evitar reproches como en Honduras?
¿En qué ocupó su tarde la CIA ayer?
Lo de ayer fue un claro intento de golpe moderno. Y aquí nos parece está la cáscara del corazón de los tiempos que corren en América Latina.

Los golpes de estado o sus intentos en nuestra región, van consolidando su transformación. No tienen la característica de los 70, son más refinados y complejos, menos frontales en lo militar, más enjuagados en la participación cívica. Juegan y apuestan al control de la percepción, se esconden en su elaboración y se muestran al final, quieren aparecer como necesidad frente a los ojos de la audiencia.

Está claro que van a tener que esforzarse un poco más, porque el riesgo es grande cuando fallan: se les ven los hilos a las marionetas y los zapatos detrás de las cortinas. Los pueblos parecen estar muy alertas, y sus líderes no dudan en poner el cuerpo al frente de la resistencia y el verbo para desnudar las estrategias. Es cierto que Honduras fue un éxito, pero Venezuela y Bolivia encontraron el antídoto, en Paraguay no termina de consolidarse, y ante cada intento fallido, mayor la fortaleza de la respuesta soberana.

Es pronto para saber qué pasó en Ecuador. Pero si unimos retazos, si escuchamos con atención cada zumbido del aire, sale fácil la idea de que la tan mencionada (y nada explicada) Ley de Servicio Público que rebeló a las fuerzas de seguridad, no tiene peso específico como para explicar el secuestro del presidente de la nación. Más bien aportó la excusa, demasiado barata tal cual lo explicó Correa, para ser desembocadura de algo que se venía gestando. La manipulación mediática, la producción periodística de un escenario beligerante fue pieza fundamental, y los sectores de la oposición destituyente hicieron y siguieron el juego.

Pensemos un minuto el escenario de la 125 en nuestro país. Tratemos de ubicar política y espacialmente el cuerpo de la oposición, y cuál fue la estrategia de los pesados de ayer que hoy la van de candidatos. Qué hicieron los medios, e incluso la complicidad de cierto progresismo que, descubierto el juego, dejó de serlo inmediatamente.

No pensemos en Cobos, que es la pieza menos importante; lo que se dice un muñeco de torta. Miremos el cuadro completo, a ver si no se buscaba promover una situación extrema para justificar vaya uno a saber qué. Prueba de esto es que si la 125 se hubiera aprobado, hoy el campo pagaría menos retenciones. O sea, la ley era lo menos importante. Como ayer en Ecuador.

Alrededor de la modernización de los intentos de golpe tendrían que caminar las reflexiones de los próximos días. Atentos a la marca debiera ser la consigna, pero que no implique dejar de mirar el arco de enfrente. Profundizar la dirección política los vuelve locos, los pone atrás de los acontecimientos, los obliga a perfeccionar la técnica para no quedar en ridículo. Pasa que son peligrosos y tienen fierros (armas y cámaras de tv); nos obliga a no subestimar.

Emociona la respuesta contundente de la gente en las calles, en Ecuador y en nuestro país. En nuestra América, bah. Como también enorgullece la reunión de los líderes políticos, esa reacción inmediata de ponerse espalda con espalda y concebir la unión como mejor respuesta ante la agresión.

A nosotros nos sigue tocando mirar menos tele y escuchar menos radio. Elegir muy bien y a consciencia la información que consumimos. Ser menos audiencia, más pueblo. Estar prontos para la calle cuando haga falta, pero habiendo aprendido a leer mejor lo que nos rodea, buscarnos entre nosotros entre tantos papelitos de colores.

Yo personalmente no recurriría a lo fácil, como ser: “¿Y gordo? ¿Seguís harto de hablar de la dictadura? O también evitaría dedicarles minutos a varios puros y puristas. Sería un lugar común decirle a Pino que se deje de joder, que apoye lo que tenga que apoyar y critique lo que tenga que criticar, pero que corte con abonarles terreno a los conservadores amigos de las corporaciones. Ni hablar de Magnetto, muy fácil, muy obvio.

Es lo que yo pienso, ahora si ustedes quieren…