“Inseguridad”: Por qué Feinman gana la partida

MATÍAS BERARDI / TRES CUADRAS SIN QUE NADIE LO AYUDARA / COMISARIO PRESO / BARRIOS CERRADOS O SOCIEDAD SOLIDARIA / MEDIOS CON CARA DE FEINMAN / ¿DÓNDE ESTÁN LAS IDEAS DEL “PROGRESISMO”?




Néstor, Cristina y “Daniel”



Por Pablo Caruso

Quisiera compartir con ustedes este relato que creo es de gran valor, y que por esas cosas del interés y la importancia, quedó relegado en atención por el milagroso rescate de los mineros chilenos.

Por favor presten dos minutos de atención, que estas cosas no suceden a diario.

“El comisario Benavídez está preso, eso no sale en los medios, por dejar entrar a las cámaras al lugar del secuestro, borrando huellas, borrando pruebas, es decir interfiriendo con la investigación. Y lo más indignante es que yo, mi marido y mis hijos nos enteramos a través de la televisión que fue asesinado Matías, no nos protegieron ni siquiera en eso. C5N llega antes que el fiscal al campo donde estaba el cuerpo de Mati, pudiendo también borrar huellas. Yo le brindé con absoluta confianza las fotos de Mati a la policía, y antes que mi marido vaya a reconocer el cuerpo las publican junto con la noticia del secuestro y la muerte; yo tengo chicos chiquitos que se enteraron de esa forma”.

“Lo que a nosotros más nos duele son esas tres cuadras que Mati corrió sin que nadie lo ayudara; ese es un reflejo de la sociedad que nos rodea, que no se puede involucrar con las necesidades de los demás. No puede ser que nadie haya llamado al 911, que nadie se haya planteado la duda. No tengo odio con respecto a esto, no me surgió ese sentimiento, pero creo que como sociedad la muerte de mi hijo tiene que servirnos para algo, o sea, cuando decimos ´que hagan algo´, no podemos decir eso y después prender la tele y poner a Tinelli. Tenemos que hacer algo realmente; el miedo y la indiferencia nos va a paralizar, nos encerramos. Creo que no tenemos que ocuparnos tanto de barrios cerrados, sino ser solidarios, de educar a nuestros hijos en la solidaridad y otros valores”.

Esta es la reflexión de María Inés Berardi, la mamá de Matías, el joven de 16 años asesinado por sus captores hace dos semanas nada más.

Muchas veces compartí en este espacio la idea de que los relatos de la inseguridad, es decir, las formas en que es contada públicamente, están dominadas por los sectores más conservadores de nuestra sociedad. Y que el progresismo, entendido muy genéricamente aquí y ahora, no ha sido capaz (me pregunto si lo habrá intentado seriamente) de contraponer al discurso del miedo otras ideas que no sean las de mano dura, pena de muerte, cárcel y gatillo fácil, entre tantas otras soluciones irracionales.

Frente a los datos que corroboran permanentemente que ese tipo de políticas no sólo han sido ineficaces, sino que colaboran con la espiral creciente de violencia, la respuesta sigue siendo la misma, como una conversación de sociópatas rabiosos que piden sangre para evitarla; que piden sufrimiento y muerte como castigo, para poder por fin vivir en paz.

Ante este escenario, las marchas contra la inseguridad básicamente piden “hagan algo, nos están matando”.

La dificultad y la culpa siempre se le aparece al progresismo cuando tiene que enfrentar a las víctimas, duda de su diagnóstico de desigualdad como fuente de toda violencia, y se ve tentado a criminalizar la pobreza y transformar a un niño en un menor.

Allí, de sopetón, aparece María Inés, que habiendo perdido todo, conserva su humanidad en la lucidez para denunciar el deseo sanguinario de los medios, que con cara de Feinman y gesto de fingido dolor llaman venganza a la justicia, y simulan morir por una primicia que mata. La policía los deja entrar, ¡pero ellos van y entran! A ninguno se le cruza por la cabeza algún párrafo siquiera de la ética, ya no de la profesión, sino de ser humano. Criminal el que lo manda a violar la escena del crimen, y pendejo perdido, boludo y cagón el cronista que le hace caso.

La lógica de mercado lo atraviesa todo, todo lo niebla, y es generadora de violencias e inseguridades espantosamente protegidas. Dan vergüenza, ellos y nosotros por seguir alabando tanta marioneta de pantalla, premiando una viveza patéticamente cómplice.

María Inés Berardi también le habla a la gente, a ese conglomerado nunca contradicho y demasiado pocas veces puesto en discusión. Le tira de la piola finita de la responsabilidad. Nos pide coherencia. Nos pide encontrarnos por fuera de los medios, y no a través de ellos. Nos pide abrir la puerta, aflojarle las tuercas a la reja y escuchar al otro, que antes que chorro, puede estar pidiendo ayuda. Que su necesidad no satisfecha a tiempo, su derecho no reconocido, puede terminar en nuestra misma sangre.

Pero este detalle no aparece en el relato de la inseguridad que se ve por televisión. “No está, no se ve. Es un desaparecido”.

“…cuando decimos ´que hagan algo´, no podemos decir eso y después prender la tele y poner a Tinelli. Tenemos que hacer algo realmente; el miedo y la indiferencia nos va a paralizar”.