sábado, 23 de octubre de 2010

La película sobre el Che, una buena noticia

Por Rubén Furman


La película de Tristán Bauer sobre el Che entró en su tercera semana

de exhibición en el circuito comercial. Se trata de una buena noticia

porque sus 16 copias se están exhibiendo en otras tantas salas de

Capital, La Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza, donde ya la vieron unas

14 mil personas. Es una cifra pequeñita, claro, si le compara con las

650 mil que tuvo Shrek 4, o los 190 mil de la última comedia de Suar.

Pero con el atenuante de que es un documental de esos que sólo se

pasan en el circuito público o en festivales, nos ayuda también a

saber en dónde estamos parados.



Guevara es el último santo de esa religión laica que fue el sueño

igualitario en el siglo XX, al que algunos historiadores académicos ya

llaman el “siglo del comunismo”. En su viaje continuo, recorrió un

tramo de esa historia a paso vivo. Los viejos noticieros lo muestran

en este film en la Sierra Maestra entrevistado por el argentino

Masetti y solo diez años más tarde tumbado y con los ojos

entreabiertos, en el piletón del hospital de Vallegrande. En el

interín se retrató con lideres independistas como Ben Bella y Nehru,

patriotas como Ho-Chi-Minh y Nasser, con héroes antifascistas como

Tito, y jefes de estados del socialismo real (hoy casi en extinción)

como Jrushov y Mao. Ocupó el estrado de las Naciones Unidas para

anunciar con la más emotiva oratoria que “la historia tendrá que

contar con los pobres de América, con sus desposeídos” que “han dicho

basta y echado a andar”. Los pibes que ven la película asisten a una

(larguísima) clase magistral sobre cómo fue el mundo en el que

vivieron sus padres y abuelos, mientras éstos activan su evocación.



Pero ninguna de estas crónicas escritas en esas libretas de apuntes

que el Che llenó una tras otra, con letra clara y pareja, tienen la

fuerza educativa de su despedida familiar. Guevara se estaba subiendo

al camino que desembocaba en Bolivia, de cuyo punto final se

cumplieron en estos días 42 años. A sus hijos les encomienda que

sientan a las injusticias del mundo como propias, que sean buenos

revolucionarios. Y a su mujer le recita poemas de amor. El director

confiesa que esta escena es la más impactante de su documental porque

esa voz íntima que brota del grabador de cinta abierta “moviliza hasta

el último de los sentidos”.



Es cierto. Extraña oír al guerrillero de la mano gloriosa y fuerte

replegado como hombre común en sus sentimientos más privados. Conmueve

el tono dramático con que “dice”. Confunde esa voz serena que entona

cada idea y cada punto. Acaso recite sin leer, de memoria, el

“Farewell” de Neruda, un poema bello por donde se lo mire. “Fui tuyo,

fuiste mía, qué más?/ Juntos hicimos un recodo en la ruta donde el

amor pasó/Fui tuyo, fuiste mía, tú serás del que te ame/del que corte

en tu huerto lo que he sembrado yo”.



El hombre nuevo que pretendía Guevara debía construirse con altísimas

dosis de desprendimiento personal. Su ejemplaridad iluminó a una

generación y aun hoy no se extingue, aunque convoque muchos menos

espectadores que un simpático muñeco verde.-


1 comentario:

  1. Valiosas palabras.
    Es cierto. Su ejemplaridad iluminó a una generación y creo que sigue iluminando a muchos jóvenes que empiezan a indagar y comprender su ideario y su búsqueda del hombre nuevo en aras de la equidad.

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