Esclavitud y muerte infantil, ¿nos hacemos cargo?

EZEQUIEL FERREIRA, OTRA MUERTE INVISIBILIZADA POR LOS GRANDES MEDIOS/MESA DE DESENLACE CONTRA LAS 8 HORAS/ ¿Y EL ESTADO?

Por Franco Spinetta

Ezequiel tenía sólo 6 años. Murió el miércoles luego de ser sometido a una serie de operaciones en diversos hospitales de la provincia de Buenos Aires. Tenía un tumor cancerígeno en el cerebro producto del trabajo esclavo al que era sometido en la Avícola Nuestra Huella, una empresa que ya fue denunciada en 2008 por explotar ilegalmente a niños en sus numerosas granjas donde manipulan guano e insecticidas cancerígenos. Ese año, el diario Página 12 junto a La Alameda, se infiltraron en un establecimiento y filmaron a niños de entre 2 y 14 años "recogiendo huevos, ahogados por el guano que tapiza los suelos de galpones con miles de gallinas. Y cientos de moscas en sus cuerpos. Son niños esclavizados, obligados a realizar tareas en estancias de la empresa avícola Nuestra Huella S.A".

El comunicado de La Alameda y del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) dice que "las maestras de la escuela de Ezequiel ya habían advertido que el niño se dormía cuando iba a clase, hasta que a finales de septiembre se desmayó y fue llevado de urgencia a una clínica de Pilar". La empresa prohibió terminantemente a los padres hablar del tema con sus compañeros de trabajo. Y presionó de una manera muy simple convenciendo a los padres de que si algo le pasaba a Ezequiel ellos serían penalmente responsables. Ofrecieron la atención médica del niño y eventualmente una suma de dinero en caso que hubiera un desenlace fatal a cambio del silencio.

La historia de Ezequiel se cuenta por miles de niños que aún hoy siguen siendo explotados bajo el amparo y connivencia del poder político, económico, judicial y también mediático. La familia Ferreira provenía de Misiones, provincia donde este año murieron al menos 200 niños por desnutrición. Los Ferreira fueron reclutados en 2007 por 2500 pesos que se le abonaba al conjunto familiar. La empresa Nueva Huella se ampara en el Régimen Nacional de Trabajo Agrario, sancionado en 1980 con las firmas de Videla, Harguindeguy y Martínez de Hoz. Una ley que no fija límites para el trabajo diario en el campo y que fue avalada por las entidades del campo, que votaron en contra de la jornada de ocho horas y favor del trabajo “de sol a sol”.