lunes, 13 de diciembre de 2010

Tucumán: de desnutridos a universitarios

Por Aldo Ulises Jarma (Especial para Puedecolaborar)

DEL HAMBRE A FILOSOFÍA Y LETRAS/ VOLVIÓ EL ESTADO/ “DEJALO AL ALE, POBRECITO, YA NO DA PARA LA ESCUELA.”/” LOS PLANES SOCIALES FOMENTAN VAGOS”/NÉSTOR COMO UN PADRE

Yolanda y sus dos hijos


ESCAPANDO AL DESTINO
(A Lorena García, cuya sensibilidad “descubrió” esta historia en Tucumán.)

            En la nefasta década del 90 el Estado Argentino abandonó a gran parte de sus ciudadanos, a los que se dio en llamar “excluidos”, en aras de satisfacer al dios mercado.
Pero nada pudo superar el drama de ser un niño desnutrido en Tucumán: era “casi” obvio que ese chico estaba condenado al rigor del destino, a la ausencia de futuro. Al decir de Borges: “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”
            Pero, a veces, lo inesperado ocurre: un cambio de políticas, los sacrificios personales, el amor de una madre, el abnegado trabajo de docentes, cuando se presentan juntos, pueden torcerle el brazo al destino. Y de eso trata la historia que quiero contarles: la vida de una familia humilde del interior tucumano durante los últimos 20 años.

VIVIR AL LÍMITE:
            La siesta que fui a la comuna de “El Naranjo” (en el este tucumano) a conocer a Yolanda Medina y sus hijos, el aire era especialmente caliente y pesado. Ni los perros sentían alegría por el resplandor del sol.
            Mientras esperaba a sus hijos, Yolanda me cuenta que, cuando era muy joven, la única forma que encontró para escaparse de su trabajo de peladora de caña de azúcar fue conchabándose de empleada doméstica cama adentro en la capital tucumana. Y que con gran sacrificio pudo terminar la secundaria en el turno noche de la escuela Comercio I. Eso, dice, la “salvó”.
            Por primera vez advertí el brillo de su mirada: sencilla, profunda, confiada y, a pesar de todo, llena de esperanza.
            Al casarse con un joven de apellido Gallardo, volvería a “El Naranjo” y tendría 5 hijos. Su marido es hasta hoy un cosechero del limón (un trabajador temporario, obligado golondrina). Durante los 90, sin planes sociales, la desnutrición afectó a sus dos hijos más grandes, sobre todo al mayor: Alejandro, quien terminó la primaria de casualidad, sólo empujado por la terquedad y el amor de su madre y la comprensión de los maestros. Aun hoy Yolanda recuerda lo que le decían sus parientes:  Dejálo al Ale, pobrecito,  ya no da para la escuela.
            Pero el destino se mostró especialmente juguetón y porfiado: cuando Alejandro dejaba la primaria, se inauguraba en el año 2003 la escuela secundaria en “El Naranjo”: y Yolanda no dudó en mandarlo. Alejandro tiene los peores recuerdos de su primer año de secundaria: nunca se sintió en tanta situación de inferioridad frente a sus compañeros. Sin embargo, los profesores hicieron una impresionante tarea de igualación (Ale recuerda sobre todo a Lorena Suarez, su profesora de Lenguas) que hubiera sido inútil sin su propio esfuerzo.
            Cuando le pregunté a Alejandro cuando se dio cuenta que podía salir adelante, no dudó en decirme: _ Un domingo que jugaba Boca – River,  y tenía que estudiar para la prueba de lenguas. Decidí no ver el partido con mis amigos y estudiar toda la tarde como pude: sentía que se lo debía a mi vieja y mis profes.
            Alejandro se sacó 10 en esa prueba y, por primera vez en su vida, sintió que no era menos que sus compañeros, que valía la pena pelear.
            Confieso que mientras lo escuchaba me sentía un intruso, como si me hubiera equivocado al entrar en sus recuerdos más crueles y absurdos, en invocar sus fantasmas mas intolerables. Al fin y al cabo, es difícil imaginarse algo peor que el hambre cuando se es un niño. Estaba dispuesto a comprender cualquier resentimiento de Alejandro, cualquier superstición o ideología. Sin embargo, me encontraba ante un joven sencillo, íntegro y dotado de principios que no abundan por los colegios y universidades caras.
            Todos recuerdan en la escuela como lloró su profesora de lenguas el día que Ale terminó la secundaria, y ni te cuento lo que fue cuando llegó como profesor de Educación Física a hacer las prácticas con los chicos de la primaria. El Director Juan Manuel Victoria dice haber vivido la mayor alegría de su vida como docente.
            El otro hijo de Yolanda, Luis (mucho más rápido y comunicativo), me cuenta que cursa el 3er año del profesorado de historia en la Facultad de Filosofía y Letras de Tucumán y que su sueño es “conocer Egipto”

UN MODELO DE INCLUSIÓN:
            Hace unas semanas el diario La Nación contaba otra historia más famosa en Tucumán: la de Barbarita y su vida después de padecer el hambre en los 90. Algo no se destaca en esa nota lo suficiente: Barbarita también consiguió terminar la secundaria y no fue a la universidad porque su padre, con argumentos insólitos, no la dejó.
            Cuento esto porque Yolanda y sus hijos tienen muy en claro algo: fue a partir del año 2003 que empezaron a sentir que el Estado volvía a acordarse de ellos: por los planes sociales, por el acceso a la educación pública, a la salud y ahora por la asignación por hijo (3 de los 5 son aun menores de edad) que se hizo extensiva recientemente para los trabajadores temporarios.
            En las grandes ciudades, un importante sector de la clase media tiene el prejuicio de identificar los planes sociales con clientelismo sin haber conocido nunca a sus beneficiarios: Alejandro y Luis, por ejemplo, nunca hubiesen podido estudiar si no fuera porque el Estado Nacional y Provincial les otorgan planes para costearles el transporte a la universidad. En contraprestación (para que puedan tener tiempo disponible para estudiar), su madre hace toda las tardes de cocinera y conserje en la escuela. Por la mañana trabaja de agente sanitaria.
            Les cuento a Yolanda y sus hijos que, en Buenos Aires y otras grandes ciudades, mucha gente cree que todos los planes sociales son para mantener vagos. Se ríen con ganas… y no sé por qué me acuerdo de algo que siempre me impresionó de los departamentos de la “gente bien” (de Recoleta y Palermo, por ejemplo): los chicos se crían en ambientes llenos de espejos pero con pocas ventanas para ver la realidad. Nada bueno puede resultar de eso.
            Cuando me estoy despidiendo, Yolanda me confiesa que lloraron desconsoladamente cuando murió Néstor Kirchner: sentían que se les había muerto un padre.
            En el regreso a San Miguel de Tucumán, mientras manejaba, sentía sensaciones encontradas: por un lado, la certeza de aunque más no sea por historias como éstas muchas cosas de los últimos años valieron la pena. Sin embargo, no podía sacarme de la cabeza a Alejandro y “su” domingo, aquel en que dejó de ver Boca – River para estudiar.
Y es que la vida es un enigma mayor del que todos nos imaginamos.

8 comentarios:

  1. y me vuelvo a emocionar. Gracias!
    Lorena

    ResponderEliminar
  2. Que linda historia,
    creo que todos renacimos en el 2003...

    ResponderEliminar
  3. Muy buena historia y relato. Hacen falta más ventanas. Con la nueva ley de medios, eso se empezó a dar.

    Pero a no creernos que todo está hecho y que con lo hecho alcanza, siempre hay que ir por más. Porque si nos descuidamos la derecha va a intentar volver atrás, siempre lo hace.

    Y por eso es tan importante DOCUMENTAR, registrar lo que pasa. Porque otra de las cosas que hace la derecha es re-escribir la historia.

    Por suerte hay gente como Aldo, y tantos más, que registran y relatan estas historias.

    Saludos a todos
    FC

    ResponderEliminar
  4. Muy buen relato. No cambio de parecer en que los planes fomentan vagos, pero creo que es porque el estado no toma parte en fijarse quien lo necesita y quien no. Respecto a Tucuman, yo lo vivi en persona, mis abuelos son tucumanos y por ende conozco esa hermoza provincia, hay mucha gente necesitada y el trabajo en la cosecha no rinde para nada. Mis primos trabajan en la cosecha del limon y la caña de azucar. Es muy feo para mi pensar en toda esa gente, nosotros aca estamos super bien a comparacion de ellos. Mis felicitaciones a Alejandro y Luis, ejemplo para la gente que dice que ser pobres no da posibilidad de nada.

    ResponderEliminar
  5. Soledad, la buena noticias es que si se fijan a quien se los dan y cada vez se fijan más... aquí en Tucumán por lo menos, el ANSES elaboró en los últimos años una base de datos realmente impresionante, inimaginable, con la información completísimas... ¡¡¡admirable!!!... las buenas noticias no se difunden fácilmente...

    ResponderEliminar
  6. Gracias por compartir esto...
    Y soy de Tucuman pero bueno, ya hace dos años que estoy viviendo en un departamento temporario en Palermo, en Buenos AiRES.... ASI QUE BUENO, estar informada a la distancia reamente se agradece.
    Saludos!

    ResponderEliminar