La decisión
Razones para presentarse o no presentarse a la reelección
Por Martín Caparrós
Parece mentira –¿parece mentira?– pero hace semanas que la discusión política argentina consiste en escrutar y suputar las decisiones más íntimas de una señora. Todos tienen, últimamente, opiniones sobre el asunto y yo, tan pobre como todos, también tengo:
Yo creo que la doctora Cristina Elisabet Fernández viuda de Kirchner se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque, como dice un viejo amigo, "¿alguna vez viste a un peronista que abandone el poder?". Y más si esa peronista cofundó un partido tan franco como para bautizarse Frente para la Victoria –donde la idea de victoria es autosuficiente, no precisa más datos. Y más si esa peronista lleva veintitantos años viviendo en una nube de poder y sabe que no sabría cómo hacer –que ya no recuerda cómo se hace– para vivir abajo.
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque es una mujer inteligente y sabe que tiene una cantidad de cosas atadas con alambre y el alambre no dura tanto tiempo. Sabe que el modelo de crecimiento que empezó en 2002 ya no funciona y que la inflación no para y que entonces el proceso de empobrecimiento y los reclamos –de ocupados y desocupados– no van a parar, y que es cuestión de tiempo hasta que todo estalle, como bien le dijo el otro día el comandante guerrillero Omar Viviani. Sabe que sus relaciones con distintos sectores –sindicales, sociales– con los que ahora la une la prosperidad se irían lentamente al carajo. Sabe que la puja redistributiva de la que tanto habla es puja y es redistributiva, pelea de los más pobres por quedarse con un poquito más de la riqueza nacional, no sólo por salvar sus sueldos de la inflación. Y también sabe que su gran truco para aminorar los efectos de esa inflación sobre las clases medias y altas y mantenerlas refunfuñonas pero consumidoras –ergo contentas– consiste en esos subsidios tremebundos que entrega a los monopolios del transporte y la energía; son 48.000 millones al año, de los cuales por lo menos 16.000 –dos veces la Asignación Universal– están dedicados a mejorar las condiciones de vida de los menos necesitados, de los que podrían pagar esos servicios a su precio. Y sabe que esos subsidios no se pueden mantener así pero que el día en que los corten el que los corte se va a querer cortar algo más: lo que tenga según sexo y color, lo que le quede.
Y creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque nunca en la historia reciente de esta gran nación argentina hubo unas elecciones tan fáciles, tan carentes de ninguna oposición coherente o articulada o siquiera realmente existente, y que es muy difícil para un político desaprovechar semejante oportunidad porque la política, como la naturaleza, tiene horror del vacío y siempre intenta llenarlo con sus cositas, sus cagaditas de paloma.
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque tiene una aguda conciencia de la historia y los manuales de historia y sabe que, si pudiera retirarse ahora, sus gobiernos –propio y ganancial– quedarían relatados como un período de recuperación y cierto bienestar y moño y pompón rojo y que, en cambio, si sigue, tendría que enfrentar el derrumbe de su famoso modelo –por causa de su famoso modelo y sus problemas ya citados– y su capítulo terminaría muy feo.
Y creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque tiene una aguda conciencia de la historia y los manuales de historia y sabe que, si se bajara, su supuesto proyecto quedaría colgado de la brocha y su grupo de seguidores se disolvería en unos días y su nombre de casada desaparecería de la discusión política argentina en unos meses, porque un grupo puede sobrevivir a una derrota pero no a una fuga –y es probable que esa idea le moleste. Esto sin contar la parva de inútiles cercanos que saben que su única posibilidad de supervivencia en el coche oficial es que la doctora vuelva a presentarse y que, estando por definición cerca de ella, le taladran las neuronas con explicaciones de por qué debe hacerlo –sin decirle nunca por qué necesitan que lo haga aunque ella, que no es tonta, lo sabe, lo considera y, por eso, minimiza sus argumentos sin piedad y entonces piensa que quizá no debiera presentarse pero.
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque es una mujer inteligente y sabe que el discurso épico que la sostiene no se puede sostener mucho tiempo tan falto de hechos épicos y, como se ve que no le interesa producir ninguno, más temprano que tarde va a tener que renunciar a ese discurso –y no tiene otro. O, dicho en japonés: que el curro de la década de los setentas no puede servir durante décadas y décadas.
Y creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque ¿qué podría hacer una mujer de sesenta años que tuvo todo el poder si deja de tener ese poder: dedicarse a criar los nietos que no tiene? ¿Desesperarse viendo desde afuera lo que podría estar haciendo desde muy adentro? ¿Aprender a bordar punto cruz? ¿Escribir unas memorias maquilladas con la esperanza de que la devuelvan al centro de atención? ¿Coleccionar teteras? ¿Maldecir cada mañana el momento en que lo tenía todo y decidió dejarlo?
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque de verdad debe estar cansada y harta de pelearse con una manga de oportunistas mediocres que se dicen sus amigos y desalentada de ver lo complicado que es hacer nada serio en medio de tanta pequeñez y deprimida de pensar que está haciendo lo mejor que podría hacer en su vida y sin embargo no lo disfruta nada y encima sus hijos le piden que se quede en casa y aprenda punto cruz.
Pero creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque no veo cómo haría para no presentarse. Es decir: qué historia podría contarse para volverse a casa. No el discurso público barato de renuncio a los honores pero no a mi puesto de lucha o la escalada de pequeños anuncios médicos que lleven al anuncio final de que su cuerpo enfermo no resiste más o la explicación psicologista de culebrón porteño. No, lo que no consigo ver es cómo se explicaría a sí misma y, más que nada, al fantasma de su marido muerto en la dizque trinchera de la lucha –el glorioso Nestornauta, el desaparecido 30.001, la escuelita de Misiones la terminal de buses de Jujuy la comisaría de Resistencia, Él– que ella es una cobarde pusilánime traidora que prefiere abandonar la pelea por la que Él sí dejó todo, abandonarlo a Él, al recuerdo de Él, a todo lo que armaron durante toda su vida sólo porque está un poco cansada o desalentada o deprimida o despistada. Yo creo que va a seguir porque no sabría cómo justificar su retirada.
Y creo, más que nada, que es triste que estemos discutiendo estas pavadas: tristísimo que tantas cosas en este país dependan de lo que decida una noche esta doctora, de cómo haga jugar éstos y otros elementos que sin duda ignoramos. Creo que la importancia de ese gesto individual, menor, es la medida de nuestra realidad actual. O, dicho de otra manera: que si la política argentina pende de la decisión de una señora, cualesquiera sean esa señora y esa decisión, estamos al horno y acaban de prenderlo.
Y creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque nunca en la historia reciente de esta gran nación argentina hubo unas elecciones tan fáciles, tan carentes de ninguna oposición coherente o articulada o siquiera realmente existente, y que es muy difícil para un político desaprovechar semejante oportunidad porque la política, como la naturaleza, tiene horror del vacío y siempre intenta llenarlo con sus cositas, sus cagaditas de paloma.
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque tiene una aguda conciencia de la historia y los manuales de historia y sabe que, si pudiera retirarse ahora, sus gobiernos –propio y ganancial– quedarían relatados como un período de recuperación y cierto bienestar y moño y pompón rojo y que, en cambio, si sigue, tendría que enfrentar el derrumbe de su famoso modelo –por causa de su famoso modelo y sus problemas ya citados– y su capítulo terminaría muy feo.
Y creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque tiene una aguda conciencia de la historia y los manuales de historia y sabe que, si se bajara, su supuesto proyecto quedaría colgado de la brocha y su grupo de seguidores se disolvería en unos días y su nombre de casada desaparecería de la discusión política argentina en unos meses, porque un grupo puede sobrevivir a una derrota pero no a una fuga –y es probable que esa idea le moleste. Esto sin contar la parva de inútiles cercanos que saben que su única posibilidad de supervivencia en el coche oficial es que la doctora vuelva a presentarse y que, estando por definición cerca de ella, le taladran las neuronas con explicaciones de por qué debe hacerlo –sin decirle nunca por qué necesitan que lo haga aunque ella, que no es tonta, lo sabe, lo considera y, por eso, minimiza sus argumentos sin piedad y entonces piensa que quizá no debiera presentarse pero.
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque es una mujer inteligente y sabe que el discurso épico que la sostiene no se puede sostener mucho tiempo tan falto de hechos épicos y, como se ve que no le interesa producir ninguno, más temprano que tarde va a tener que renunciar a ese discurso –y no tiene otro. O, dicho en japonés: que el curro de la década de los setentas no puede servir durante décadas y décadas.
Y creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque ¿qué podría hacer una mujer de sesenta años que tuvo todo el poder si deja de tener ese poder: dedicarse a criar los nietos que no tiene? ¿Desesperarse viendo desde afuera lo que podría estar haciendo desde muy adentro? ¿Aprender a bordar punto cruz? ¿Escribir unas memorias maquilladas con la esperanza de que la devuelvan al centro de atención? ¿Coleccionar teteras? ¿Maldecir cada mañana el momento en que lo tenía todo y decidió dejarlo?
Y creo que la doctora Fernández no se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque de verdad debe estar cansada y harta de pelearse con una manga de oportunistas mediocres que se dicen sus amigos y desalentada de ver lo complicado que es hacer nada serio en medio de tanta pequeñez y deprimida de pensar que está haciendo lo mejor que podría hacer en su vida y sin embargo no lo disfruta nada y encima sus hijos le piden que se quede en casa y aprenda punto cruz.
Pero creo que la doctora Fernández se va a presentar a las próximas elecciones presidenciales porque no veo cómo haría para no presentarse. Es decir: qué historia podría contarse para volverse a casa. No el discurso público barato de renuncio a los honores pero no a mi puesto de lucha o la escalada de pequeños anuncios médicos que lleven al anuncio final de que su cuerpo enfermo no resiste más o la explicación psicologista de culebrón porteño. No, lo que no consigo ver es cómo se explicaría a sí misma y, más que nada, al fantasma de su marido muerto en la dizque trinchera de la lucha –el glorioso Nestornauta, el desaparecido 30.001, la escuelita de Misiones la terminal de buses de Jujuy la comisaría de Resistencia, Él– que ella es una cobarde pusilánime traidora que prefiere abandonar la pelea por la que Él sí dejó todo, abandonarlo a Él, al recuerdo de Él, a todo lo que armaron durante toda su vida sólo porque está un poco cansada o desalentada o deprimida o despistada. Yo creo que va a seguir porque no sabría cómo justificar su retirada.
Y creo, más que nada, que es triste que estemos discutiendo estas pavadas: tristísimo que tantas cosas en este país dependan de lo que decida una noche esta doctora, de cómo haga jugar éstos y otros elementos que sin duda ignoramos. Creo que la importancia de ese gesto individual, menor, es la medida de nuestra realidad actual. O, dicho de otra manera: que si la política argentina pende de la decisión de una señora, cualesquiera sean esa señora y esa decisión, estamos al horno y acaban de prenderlo.
Fuente: Newsweek
Corta y mezquina la visión de éste tipo.
ResponderEliminarY si se lo preguntara al revés?
Porqué será que el país depende de la decisión de una señora que hace 3 años había sido desalojada -faltaba que la suban al helicóptero- de la escena política en una reproducción light de lo hecho por Micheletti en Honduras. Que ahí estaría -en otro contexto- nuestra "unión democrática" hoy, comulgando a pleno.
Desesperados porque se caiga el "famoso modelo" no se bancan la profundización de éste y es porque no entienden de donde sacó el coraje, la señora que dió batalla y salió airosa del golpe del 2008. Porque no es cobarde como ellos.
A Caparrós como a tantos le espanta verse en el espejo de su cobardía.
Es gracioso ser rebelde y escribir para Newsweek o para algún pasquín de Fontevecchia.
Cristina se va a presentar porque cree en el modelo, porque cree que éste es la mejor forma posible (realmente posible, no ideal) de salir adelante, de lograr un poco más de igualdad; porque sabe que falta mucho por hacer (mucho, más de lo ya hecho), porque ve y siente el apoyo de la gente (no solo "El pueblo", sino de todas las distintas clases sociales, hasta los empresarios, los terratenientes, la clase media, la clase alta... la clase baja, los trabajadores, los desempleados, los villeros...)Porque nos quiere proteger de "Los otros", los neo-neoliberales, los impresentables (Ricardito, Mauricio, el Colo, el Cabezón, la Gorda)
ResponderEliminarLa pregunta es qué querés vos Caparrós ¿un gobierno de derecha al que sea bien facil enfrentarse? ¿querés que nos vayamos por el barranco así VOS sos el revolucionario, el transgresor? lo único importante para vos sos VOS
Caparrós, llenaste el formulario para que te cague bien a trompadas.No veo la hora.
ResponderEliminarSe acuerdan del pc y la libertadora? La izquierda como institución, como micropensamiento -aquí en el ejemplo de Caparros- no responde a la clase trabajadora. son intelectuales que detestan la manera en que las organizaciones trabajadoras actúan o responden a un lider.
ResponderEliminarLa izquierda, eterna adolescente en este país, es la otra pata gorila.
Otro pronóstico apocalíptico, otro más.
ResponderEliminarNunca puedo distinguir si es un pronóstico o una expresión de deseos.
En lo que a mí respecta el Sr. Caparrós se puede ir a la Coalición Cívica que lo Carrió.
Caparros cada día mas parecido a lanata, críticos sin altura
ResponderEliminarParece mentira lo de este tipo, que se hace el sorprendido de que sea sólo "una señora" la que tenga en vilo al universo bien pensante de él y el tilingaje parecido a él.
ResponderEliminarSi mirara entre sus compinches encontraría que la respuesta a su pregunta no parece, ni es, mentira.
Esa señora labura todos los días (mientras el tilingaje se pajea hablando de carteras caras) y tiene más o menos claro para qué quiere gobernar, y el cómo, con quién y el resto de etcéteras que implican éso: gobernar.
El tilingaje, endemientras don caparrós "medita", hace lo suyo - se pajea, se serruchan el piso, se juntan y rejuntan, se despegan y se repelen; de todo menos lo importante, laburar y tener idea de lo que es gobernar. Cuestión que no les gusta, es complicado, siempre van a preferir que lo hagan por ellos, son como cobitos (o como caparrós); viajes, viáticos, suelditos interesantes, invitaciones a lugares lindos, comidas ricas, etc., etc., etc. ... Un sufrimiento continuo.
Y claro, la señora labura, cuestión que la negrada (y cada vez más la blanca clasemedia) le valora y acompaña, además de identficarse porque ellos también tienen que laburar - caparrós, cobitos, no tanto porque son gente sensible.
La verdad, parece mentira que pase por pensador inteligente, un pelotudo importante, ¿no es así, caparrocito?
Unfor: si, es un cobarde.
ResponderEliminarUli: no, no es un revolucionario
Tito: va a tener que sacar N°, habemos varios en la lista antes.
Paola: no, no es de izquierda.
Carlos: si, que se vaya.
PC: un Lanata más refinado, sólo eso.
Ram: un grandísimo pelotudo, sí.
"Caparrós, cobarde, vencido
Balbastro mínimo, ignorante.
Ni honor te queda, no espantas
más al burgués, mendicante.
Sólo el mostacho aguantas,
del "enfant terrible" ya ido."
udi
Veo que a pesar de toda tu educación, no has podido escapar a tu destino de clase media, sos el prototipo.
ResponderEliminarCaptarros es de izquierdas, o posa de tal, porque que yo recuerde se hizo cargo de Crótida de Aerolineas Argentinas (y Cristina) cuando Larrata blanqueo que esta pertenecía (y a mi nadie me va a convencer que no fué desde el principio con el juez Cavallo, el mismo Larrata y otros de testaferros) a Antonio Mata, vaciador serial con pedido de captura en España, con el que siguó colaborando como jefe de redacción o algo asi hasta que cerró. A propósito ¿alguien lo vió en las protestas de los trabajadores por el cierre y la pérdida de la fuente de trabajo?
ResponderEliminarCon estos antecedentes, ¿este tipo todavía habla como si fuese de izquierda?
Entonces que me aclare en que otro partido argentino, si no lo pide la ley (caso Sta. Fé), las designaciones no las hace el jefe del partido , o en algunos casos su organismo director (congreso, comite, etc).
Nunca menos y abrazos
El problema es cuando alguien se quiere pasar de inteligente y la sociedad lo avala, porque es fácil. Así pasó con Lanata. Los dos siguen el mismo camino: La autosatisfacción intelectual con el aval de los que lo leen y miran pasivamente.
ResponderEliminarEste tipo hace rato que perdió todo. Su credibilidad, su don de gentes, su racionalidad, su ecuanimidad (si alguna vez tuvo una)pero sobre todo perdió su paz. Es muy evidente que alguna inaceptada fobia irresuelta lo persigue (y lo está alcanzando) manifestándose en su histéricas producciones de matrona menopáusica que nunca podo alcanzar un orgasmo sin que la culpa le retorciera las vísceras y le hiciera apretar el esfínter anal.
ResponderEliminarPero este Capadós es más pelotudo de lo que pensaba!!!
ResponderEliminarCómo se nota que no viaja en tren ni en bondi!!
Andá seguí tomando frula con tu amigo Dorio o era Bodrio, bueno con ese.
Estos progres a la larga siempre están en el lado equivocado, qué pelotudo!!!
Que chabón.... alguna vez le leí algo interesante... pero no debe de haber sido tan interesante porque ya no lo recuerdo... y esto último, la verdad que como ya dijeron... Bieeeen Pelotudo
ResponderEliminarYo hace unos años lo respetaba, leía con atención sus textos y compartía su mirada.
ResponderEliminarLos años me fueron alejando de eso; veo que él sigue en la misma, sin darle ni una vuelta más al asunto. Me pregunto: ¿soy yo el veleta o él no puede dejar de girar sobre sí mismo?
¡Qué masturbación tan pedorra!
ResponderEliminarCañazo y gol de Martincito. Cómo una nota de opinión puede hacer que a tanto lector le hirva la cabeza como a Palmiro Caballasca. La prueba de nuestra intolerancia se evidencia con nuestro enojo.¿Por qué nos tenemos que enojar? En definitiva lo que hace es un ejercicio intelectual, paja irónica si se quiere, pero nada más ¿Cuál es el problema? Sea desde donde fuere que él opine, hay que reconocerle que maneja bien la ironía y el sarcasmo; y cuando algo se critica desde el humor los que quedamos como puritanos boludos somos los que nos escandalizamos.
ResponderEliminarAhora se puede leer la nota, pero cuando él lo denució no se podía, nunca pude ver la nota. Y la censura es de El Argentino, le pese a quien le pese. Porque despublicó la nota. Una verguenza. Me gustaria saber porqué el monopolio en gesta no reprodujo la noticia en ninguno de sus programas. "La noticia ignorada por el mono"
ResponderEliminary como puede escribir con esa frase peyorativa "esa señora" y esa otra vulgar (tan modosito,él..)"estamos en el horno" realmente no llega ni a la categoría de panqueque,tan tirado de posiciones ideológicas está.
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