martes, 22 de junio de 2010

Pagani detrás de la Medalla de Honor al cómico

Por Pablo Llonto

Enviados a Sudáfrica: La impunidad

Se sabe que a la hora de los Mundiales de Fútbol, o de los torneos internacionales que se disputan fuera de la Argentina, hay periodistas que cultivan el parasitismo tanto como la cobardía. El objetivo inmediato de estos periodistas no es informar, ni opinar. El objetivo es recibir, algún día, la Medalla de Honor al cómico.

Las anacrónicas pretensiones de originalidad se sintetizan en dos cuestiones centrales: el color de la piel y los chistes de Perogrullo acerca de una hipertrofia machista.

Los méritos de las crónicas o los reportajes son convertirse en tiburones de aquellos que jamás escucharán o verán sus comentarios. Es decir, la impunidad de la prensa que desvalija la intimidad de los otros, a sabiendas de que nunca gozará de una respuesta. Una especie de doble vida escondida detrás de transmisiones exclusivas para la Argentina. Dentro de esa especialidad, colocar apodos a los demás, creer que saben el significado de la palabra belleza, establecer que los demás son tontos y los argentinos muy vivos, el fanfarroneo, o largar la risa fácil al explicar los apellidos de los futbolistas, son las actuaciones más simbólicas, y más repetidas.

En la primera línea sobresalen dos periodistas. Hay quienes ya los llaman momias del periodismo.
Aldo Proietto, comentarista de radio Del Plata, dueño de un estilo tan, pero tan académico que resulta difícil encontrar y ordenar los términos que utiliza. Lo escuchamos durante el partido Sudáfrica-Uruguay, cuando la emisora, supuestamente oficialista, permitió que compartiéramos sus insensateces. Primero se burlaba del “gordo arquero” sudafricano. Luego de la novia modelo que eligió separarse del arquero inglés (“el muchacho nunca de novio con una profesora de geografía, una chica de campo”), luego llamando Lando Buzzanca al árbitro Massimo Bussaca.

Horacio Pagani es el otro. Enviado de Clarín y TyC Sports. De quien habla medio país futbolero comentando aquellos cinco minutos de furia destilada, que servirán para coronar su viejo anhelo de ser un personaje en la TV, como Sofovich, como Porcel, como Tinelli, como Nimo. Del Pagani show, que se ocupe él. Del otro, el que concede reportajes para transmitirles a los lectores que su principal preocupación es no tener sexo por 40 días y advertir sobre las mujeres sudafricanas diciendo que hay “un diez por ciento de gente aceptablemente estética”, nos ocupamos nosotros con una palabra, derivada de paja.

Sin embargo, hay algo bueno para nuestra historia, y es que ni Proietto ni Pagani dejarán nada rescatable para el periodismo argentino.

Salvo la ratificación de la veterana máxima de Einstein. “Sólo dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana; y no estoy tan seguro de la primera”.

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