El reencuentro de lo propio
Por Alejo Lemiña
Durante el fin de semana largo se repitió la proyección del espectáculo en 3D - video mapping sobre la fachada del Cabildo, realizada por primera vez el 25 de mayo pasado, que narraba los momentos más destacados de los últimos 200 años de historia argentina. Esto me incentiva a recordar algo que faltó resaltar allí.
Mirándonos en retrospectiva, veo en nuestro pasado una dimensión social de “Entes Ficticios”. Éramos seres despojados de lo que nos hacía peculiares, desligados de nuestra personalidad propia y única, desconformes con el contexto histórico del país y, en consecuencia, muchos fingíamos ser alguien que no éramos.
Doscientos años de historia nos preceden avalando y confirmando aquella insistente tendencia a imitar lo ajeno, a querer ser europeos o seguir las reglas de consensos de los que no participamos, despreciando lo que en realidad éramos.
Nacimos como una colonia española y nos formamos inicialmente a su imagen. Logramos nuestra libertad de actuar pero nos mantuvimos esclavos de sus formas de vida, aniquilando pueblos originarios para expandir la esencia europea, buscando luego asemejarnos a Inglaterra, Francia, y en los últimos tiempos a Estados Unidos.
Durante mi infancia, más de una vez me recomendaron que si en el futuro tenía la posibilidad de irme a vivir a Europa no lo dudara.
Estos últimos años algo fue cambiando. Quizás incentivado por el desplome económico mundial que se articuló con una política de estado que atraviesa nuestras vidas en diferentes niveles que no esperábamos.
Sin duda la fiesta del Bicentenario nos dejó algo que no era una mera celebración de la historia, sino algo social que excede los partidos políticos y las clases sociales. Hasta el diputado nacional Francisco De Narváez, opuesto a la línea del gobierno, admitió “vi muchas familias muy felices, festejando, con ganas de vivir en ese contexto de armonía. Se habló de la patria, se habló de la nación. Veía cuando se cantó el himno, había gente lagrimeando, muy emocionante”.
Ricardo Forster, profesor de filosofía, lo definió como “un pueblo que se moviliza y que recupera símbolos”, y el periodista Luciano Galende explicó que, desde su perspectiva, “hay un montón de gente que quiere que la cosa funcione, que quiere estar bien”.
Es una etapa de cambio de mentalidad, de nuestras perspectivas, que nos lleva a reencontrarnos con ese sentimiento de “querer ser argentinos” al que cada vez más gente se anima a aferrarse y valorarlo.
Lo más interesante es la definición del presidente de Ecuador, Rafael Correa, en el programa televisivo Presidentes de Latinoamérica, sobre el cambio de época que está aconteciendo: “Es el despertar de los países sudamericanos. Es hacerle el juego a la estructura. Siempre se ha dicho ‘soñemos con que Ecuador sea la Suiza de los Andes’, y ahora queremos que algún día los suizos sueñen con ser el Ecuador de los Alpes.”
En consonancia con ese pensamiento, vale rescatar una porción de una canción de Ignacio Copani que dice “Protégela, mañana cuídala, al mundo enséñala, no te dejes quitar la identidad”. Ahora depende de todos y cada uno de nosotros que este cambio perdure y se profundice.
Por Alejo Lemiña
Durante el fin de semana largo se repitió la proyección del espectáculo en 3D - video mapping sobre la fachada del Cabildo, realizada por primera vez el 25 de mayo pasado, que narraba los momentos más destacados de los últimos 200 años de historia argentina. Esto me incentiva a recordar algo que faltó resaltar allí.
Mirándonos en retrospectiva, veo en nuestro pasado una dimensión social de “Entes Ficticios”. Éramos seres despojados de lo que nos hacía peculiares, desligados de nuestra personalidad propia y única, desconformes con el contexto histórico del país y, en consecuencia, muchos fingíamos ser alguien que no éramos.
Doscientos años de historia nos preceden avalando y confirmando aquella insistente tendencia a imitar lo ajeno, a querer ser europeos o seguir las reglas de consensos de los que no participamos, despreciando lo que en realidad éramos.
Nacimos como una colonia española y nos formamos inicialmente a su imagen. Logramos nuestra libertad de actuar pero nos mantuvimos esclavos de sus formas de vida, aniquilando pueblos originarios para expandir la esencia europea, buscando luego asemejarnos a Inglaterra, Francia, y en los últimos tiempos a Estados Unidos.
Durante mi infancia, más de una vez me recomendaron que si en el futuro tenía la posibilidad de irme a vivir a Europa no lo dudara.
Estos últimos años algo fue cambiando. Quizás incentivado por el desplome económico mundial que se articuló con una política de estado que atraviesa nuestras vidas en diferentes niveles que no esperábamos.
Sin duda la fiesta del Bicentenario nos dejó algo que no era una mera celebración de la historia, sino algo social que excede los partidos políticos y las clases sociales. Hasta el diputado nacional Francisco De Narváez, opuesto a la línea del gobierno, admitió “vi muchas familias muy felices, festejando, con ganas de vivir en ese contexto de armonía. Se habló de la patria, se habló de la nación. Veía cuando se cantó el himno, había gente lagrimeando, muy emocionante”.
Ricardo Forster, profesor de filosofía, lo definió como “un pueblo que se moviliza y que recupera símbolos”, y el periodista Luciano Galende explicó que, desde su perspectiva, “hay un montón de gente que quiere que la cosa funcione, que quiere estar bien”.
Es una etapa de cambio de mentalidad, de nuestras perspectivas, que nos lleva a reencontrarnos con ese sentimiento de “querer ser argentinos” al que cada vez más gente se anima a aferrarse y valorarlo.
Lo más interesante es la definición del presidente de Ecuador, Rafael Correa, en el programa televisivo Presidentes de Latinoamérica, sobre el cambio de época que está aconteciendo: “Es el despertar de los países sudamericanos. Es hacerle el juego a la estructura. Siempre se ha dicho ‘soñemos con que Ecuador sea la Suiza de los Andes’, y ahora queremos que algún día los suizos sueñen con ser el Ecuador de los Alpes.”
En consonancia con ese pensamiento, vale rescatar una porción de una canción de Ignacio Copani que dice “Protégela, mañana cuídala, al mundo enséñala, no te dejes quitar la identidad”. Ahora depende de todos y cada uno de nosotros que este cambio perdure y se profundice.
Era parte del ajuste, que la juventud que sobraba se fuera a Europa, así acá seguía la orgía de los mismos... Qué puede hablar de la patria De Larváez si es colombiano?! Habrá votado a Mocus?
ResponderEliminarAlgo cambio, se nota. Es una mezcla de cosas. Y es halagador que aquellos que decidimos quedarnos a pelearla, hoy tengamos este resultado. Falta muchisimo, pero somos un país donde se puede vivir. A como estabamos hace 10 años, es un montón
ResponderEliminarAbrazo