Por Juan Carlos Martínez
Conjetura
30 de abril de 1977. En plena dictadura militar, las Madres de Plaza de Mayo iniciaron la ronda de los jueves en torno de la histórica pirámide. Al principio, eran muy pocas y pocos eran los que les acompañaban en aquel silencioso reclamo por sus hijos desaparecidos.
Un día apareció entre los pañuelos blancos un joven rubio de ojos celestes con rostro de niño. Oh, casualidad: dijo llamarse Gustavo Niño y relató, compungido, que tenía un hermano desaparecido.
Las Madres lo recibieron con los brazos abiertos como si se tratara de uno de aquellos jóvenes que habían ingresado al mundo de los desaparecidos. Pronto se ganó la confianza del pequeño grupo que participaba de las rondas. Era, para aquellas mujeres, un hijo más.
Cuidate, Gustavo, no regreses tarde a tu casa, es peligroso, le decían las confiadas Madres.
A finales de aquel año, Gustavo seguía junto a las Madres. El 8 de diciembre, Gustavo estaba junto a ellas en la Iglesia de la Santa Cruz, donde un Grupo de Tareas secuestró a dos de aquellas madres: Esther Ballestrino de Careaga y Mary Bianco junto con la monja francesa Leonie Duquet y otros militantes de Derechos Humanos. Horas después, desaparecía Azucena Villaflor, la primera presidenta de las Madres y Alice Domon, otra monja francesa.
Años más tarde, los cuerpos de las tres madres aparecieron en la costa del Atlántico: habían sido arrojadas al mar desde el aire en uno de los llamados vuelos de la muerte.
¿Y qué había sido de Gustavo, aquel muchacho rubio de ojos celestes y cara de niño, tan solidario con las Madres y tan querido y protegido por ellas?
La incógnita se develó cuando la foto del capitán Alfredo Astiz apareció en los diarios de la época firmando su rendición ante el invasor inglés en las Georgias durante la guerra de las Malvinas. Gustavo Niño y Alfredo Astiz eran la misma persona.
Las confiadas Madres, recién entonces supieron que un asesino se había infiltrado en sus rondas y que aquel rubio de ojos celestes había sido el que marcó, una a una, a las víctimas de la Santa Cruz desde donde un Grupo de Tareas de la Marina las había secuestrado.
Por estas horas, las Madres viven la angustia producida por la actitud de Sergio Schoklender, un joven que hace tres lustros se ganó la confianza de ellas y, como aquel rubio de ojos celestes, las traicionó.
En tren de conjeturas, vaya una pregunta: ¿Schoklender será para las Madres el Astiz en democracia?
En este post de Almita: http://estufados.blogspot.com/2011/06/schoklender-como-es-el-tema-quienes-y.html me atreví a conjeturar lo mismo, que era un nuevo Gustavo Niño.
ResponderEliminarSobre todo por cómo, en el momento justo (justo para alguno, no) salió a "venderse", a soltar la lengua en los medios indicados.
Me sonó mucho a doble traición. Demasiado.
se non e vero en ben trovato
ResponderEliminarCasi casi publico algo en ese mismo sentido. Aunque parece traído de los pelos, la analogía es manifiesta. El daño causado sería análogo aunque salvando las distancias claro. En aquel caso hubo muertes veraderas, en este ni siquiera simbólicas.
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