“YO CREÍA EN CLARÍN” / ¿CÓMO HACEMOS PARA SACARNOS EL SUPUESTO ENFRENTAMIENTO ESTADO-PUEBLO? / EL “SENTIDO COMÚN” SE ESTÁ DESMORONANDO / AL LEER EL DIARIO LA GENTE DUDA
Opinión
Tapa del CD de Las manos de Filippi |
Por Alejo Lemiña
Viajando en subte me encontré con una calcomanía pegada a una de las paredes. En ella había, del lado derecho, una bota gigante negra que decía “Estado”. Ésta figuraba inclinada, lista para aplastar a un pequeño hombrecito que se cubría de miedo y que estaba del lado izquierdo. Ese personaje tenía escrito debajo “Vos”.
Arraigada a una parte del sentido común que atraviesa los distintos estratos sociales está la concepción que opone al “Estado” contra “el pueblo”; dominantes contra dominados; quien tiene el poder y quienes no lo tienen pero deberían tenerlo.
Desde esa mentalidad los impuestos se enmarcan como un robo a las ganancias de los trabajadores, los políticos quedan reducidos a meros corruptos que se llenan los bolsillos con plata nuestra, los ministros son solo chantas que nos venden espejitos de colores. En los medios de comunicación los periodistas fueron identificados como trabajadores que sufrían igual que cualquiera de nosotros y por ello se enmarcaban del lado del pueblo. Los gobernantes, en cambio, como seres inescrupulosos de un estrato social superior cuyo único fin es egoísta e interesado.
En estos últimos tiempos se desmoronó una parte de ese cuadro estereotipado que cubría como un velo el poder de injerencia que los medios de comunicación tienen en las personas. Éstos tienen la capacidad de ser quienes escriben la historia, aquella interpretación de la realidad con la que conocemos el mundo a nuestro alrededor y desde la que juzgamos los hechos.
“Yo creía en Clarín” me dijo hace un tiempo un pariente que estaba indignado ante un punto de vista distinto que fue emergiendo y que puso en duda los dogmas que el sentido común tenía del periodismo “objetivo e independiente”. Aquel cartelito del subte, en el que se mostraba cómo el Estado te pisotea, incita a abrir el interrogante de si es tan sencilla la dominación o si es más compleja de lo que a simple vista parece.
No cambió un sistema sino la forma de verlo, de evaluarlo, de entenderlo y juzgarlo. Esa noticia ¿quién la dice? ¿cómo la dice? ¿desde qué punto de vista la carga de subjetividad? ¿cuánto de verdad hay en ese relato? Esa mutación existe desde hace décadas, pero permanecía acotada a discursos académicos y pequeños grupos sociales aislados. Se está masificando una ruptura del sentido común que acostumbraba a que quienes se querían informar leyendo diarios, viendo noticieros televisivos o escuchando la radio no dudaran.
Este cuasi-nuevo carácter de apropiación de la realidad pone en tela de juicio la oposición estancada entre el Estado versus el pueblo y pone sobre la mesa nuevas cartas. El encerrarse en el enfrentamiento ciego contra el Estado nubla las conjeturas y quedamos presos de una creencia incuestionable en los mediadores que son justamente quienes nos dan las herramientas para comprender la realidad y juzgarla a partir de sus interpretaciones. El poder de quienes escriben la historia estaba reflejado en ese dicho que aseguraba que diez tapas de un diario podían voltear un gobierno.
Lo mismo ocurre para quienes cierran sus oídos y sus ojos a todo lo que diga Clarín, TN, o cualquier otro medio que se anime a cuestionar lo que el gobierno haga o deje de hacer. Porque no se puede criticar constructivamente algo que no se conoce, ni tampoco se podría realizar una autocrítica eficiente sobre la mirada que uno elige si se ignora lo que justamente observa. Desde el Estado también se escribe una historia.
Nos estamos dando cuenta que la verdad no se encuentra en los diarios, ni en los discursos de los gobernantes, ni en informativos radiales, ni en 6-7-8, ni en las calcomanías, sino que está en las propias conclusiones que cada uno haga de las historias que nos cuentan. Es momento entonces de acostumbrarnos a cuestionar la información que consumimos. Quizás habría que agregarle a ese sticker una televisión del otro lado y modificar al hombrecito de forma tal que quede en medio de ambos poderes meditando.
Pensar y replantear si lo que creíamos verdadero lo es, porque así permitimos reflexiones más abiertas y constructivas. No es dejar de creer en todo sino animarse a ponerlo en tela de juicio. Dudar es la herramienta básica de la resistencia a ese sentido común estancado, conservador, ingenuo y egoístamente orgulloso de creerse dueño de la verdad absoluta.
Excelente post, estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarY algo muy importante: poder tener también la capacidad de apoyar un proceso como el que estamos viviendo, pudiendo ser críticos de él, en el único sentido en que la crítica vale: el del aporte, el de la suma.
Abrazo
Es dificil sentirse informado y mientras mas cosas lees mas te das cuenta de lo poco que sabes. Ahi es donde toma importancia el debate y las discusiones. La verdad siempre es relativa
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, pero también hay que aprender a dudar, es muy fácil creer ciegamente en lo que se dice y no ir a comprobarlo. El asunto es que incluso llega el punto en que la duda es tan grande que es difícil creer en nada ni en nadie, ya que nos es imposible percibir la realidad más allá de nuestros ojos, de nuestra vida y de nuestra subjetividad. Y ahí volvemos al principio, en creer lo que se dice a ciegas o simplemente no darle importancia a nada...
ResponderEliminarMuy bueno!, Es un análisis claro, no tuve la suerte de haber visto ese afiche, pero siempre hubo una suerte de comparación de dominador y dominado entre estado y pueblo, aunque el que tenga la función de verdugo o pacificador, el "dominador", sea elegido por el supuesto "dominado" y que el "dominado" sea quien elije mediante la acción directa quien lo domina, pero todo es depende de quien haga ese afiche.
ResponderEliminarCoincido con el tema de la información, hoy tengo que leer las noticias desde el lado opositor y oficialista para saber cual es la verdad, osea que informarme me toma el doble de tiempo o quizás más teniendo en cuenta que uno lee y tiene que analizar también para decidir a quien creer, hay que tener la mente muy neutra y tranquila para poder hacerlo bien.
El creer a ciegas no es otra cosa que comodidad, te traen la comida masticada y esa es la dieta diaria que durante tanto tiempo estuvimos ingiriendo.Creo yo, que la información no pasa ya solamente por alternar diversos medios de comunicación, pues siendo así la realidad será siempre construida por otros intereses, sino que hay que sumarle el interes de escuchar al otro, salir de nuestra burbuja, abrirse a experiencias ajenas, saber que pasa al "lado", de esa forma creo yo, esa bota con el tiempo terminara siendo un escarpín.
ResponderEliminarEs mi opinión.
Hermosa nota. Obviamente que la avalo porque -además de ser clara y reflexiva- dispara una cuestión fundamental, la del poder. Hoy en día estamos viviendo los resabios del neoliberalismo donde el Estado le daba todo el poder político a los grupos económicos. Hoy el Estado no está del lado de las grandes empresas sino que se sitúa en frente y propone una batalla a dichos grupos. En el medio, nosotros. Como comentaron anteriormente, sólo nos salva la reflexión noble y clara, como esta nota.
ResponderEliminarSaludos,
Luciano S.