Cómo amo y sufro al Sarmiento / Gente apasionada es más
dura de controlar / Los obreros que llenan los vagones /
Quinceañeras con las remeras Cristina Pasión
En el diario no hablan de ti
Foto de Facundo Miguel Nívolo, Acción. |
Por Patricia Grinberg
Tiene razón Peter Handke, las personas exhalan una extraña belleza cuando están cansadas. Algo especialmente visible en el tren, después de un día de trabajo.
Estación Flores. Estoy en el ferrocarril Sarmiento. En el asiento vecino, una niña le dice al padre que lo ama, dos señoras con bolsas de compras dormitan. Otra, con pinta de gitana, vende clips para el pelo. Por unos instantes, tres muchachos de charango, guitarra y bombo despiertan a todos con unas chacareras. Aplausos y muchos aportes a la gorra para los que alegran la tarde.
Cómo amo y sufro este tren (todos y todas merecemos viajar decentemente, dicho sea de paso), cuántas historias desde aquel día a los 18 años cuando salí con los clasificados a buscar trabajo. Amo a las gentes de este tren, a los que viajan en el furgón de las bicicletas, jugando al truco y tomando cerveza en botellas de gaseosa, a esos vigilantes (tercerizados) que a veces hacen la vista gorda cuando los muchachos pasan por encima del molinete, a las chicas de oficina con sus mp4, las vendedoras del Once, los vendedores ambulantes de pastillas, panchos y linternas, los obreros de Morón. Los obreros que hoy vuelven a llenar el tren, vaciado por los que ayer arrasaron con todo y hoy tropiezan con su propia mierda.
Amo esta tierra, la amo hasta la médula. Argentina, un sueño de tesoros plateados te dio el nombre. Y el tesoro estaba ahí, en los pueblos originarios andando sobre fósiles de dinosaurios en el desierto que dejaron los grandes hielos. Pampa, tierra sin árboles. Esos pueblos resisten aún, y esa resistencia evoca en el viento patagónico y en el Bermejo, en un ex campo de concentración devenido (exorcizado) en espacio vital y público, en las fábricas e identidades recuperadas, en los permacultores que enfrentan a la soja-veneno- ración para chanchos lejanos, en los unidos por el rio de Vicente López y los huerteros urbanos comunitarios contra los que quieren alambrar el rio, en los mapuches que los united colors de Benetton no podrán expulsar, en la Plaza memoria verdad y justicia del 24-03-11, repleta, alegre y en paz y ese grupo de quinceañeras con remeras pintadas “Cristina pasión”…
Y es que volvió la pasión, y este podría ser el titular del diario que no habla de ti. Y la pasión molesta y cómo a los devotos del mundo orwelliano de los iguales, a los que te quieren controlar a través del miedo, y a la vez temen a la alegría, una especie de felicidad que no es ni será perfecta ni acabada: es algo en construcción. Gentes apasionadas son más duras de controlar. Resisten.
Esa resistencia, ese aguante, evoca también, y especialmente, en esta nena que le dice al padre “te amo” y en él (morocho de toda morochez) que la abraza fuerte mientras le responde “y yo te amo hasta el cielo”.
Estación Castelar.
Y entonces, Yomal? Va o no va a 678?
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