Un hombre audaz con algo de niño
Por Gabriel Pandolfo
“…Tuvo coraje, se arrojó a la experiencia de estar vivo, fue apasionado, un presidente militante, un conductor, un constructor.
Usó la política como herramienta para darle sentido social y transformador a la vida. Dio, según sus propias palabras, “la gran batalla de amor con la Argentina”. Se apasionó por el destino del país. Fue pragmático cuando tuvo que serlo: “Teníamos que marchar haciéndonos fuertes”.
Se hizo mala sangre. “Nos atacan por lo que hicimos bien, no por lo que hicimos mal.” Y un día murió, temprano.
Todo quedó en penumbras por un rato. ¿Y ahora, qué?, se preguntaron los miles a los que les abrió los ojos y la cabeza. Un silencio grande se adueñó de la mañana. Fue uno de esos días malos. El día en que millones se sintieron solitarios.
Cada uno se conmovió a su modo. “¿Cuántos encontraron súbitamente su verdad saliendo a la calle ese miércoles?”, se preguntó José Pablo Feinmann.
Él no era perfecto. Cometió errores y tuvo debilidades, pero ¿qué era lo que lo diferenciaba del resto de la clase política?
No le daba todo lo mismo. Decía lo que pensaba. Asumía riesgos. Fue un trasgresor. Iba siempre para adelante.
Su voluntad inquebrantable y su capacidad de trabajo no fueron doblegadas por el dolor del espíritu ni de la carne.
Supo que no había tiempo que perder, se abrazó a los más humildes y comprometió a los que creyeron en él a no dar ni un paso atrás.
Sabía quién era y no estaba loco, pero la opinión del mundo poco le importaba. Tenía su propia visión y no jugó al juego de las apariencias. Su intención era hacer otra historia. No fue un aficionado del cambio. Creyó que se podía y lo hizo.
“Desde el primer día de mi militancia política, allá por los años setenta, cuando desde una participación política activa creí que la Argentina se podía cambiar, creí en un proyecto popular, con consenso, en una democracia con equidad, con justicia, con dignidad. Creí que era posible construir un país distinto. Esto fue lo que nos llevó a muchísimos jóvenes a participar activamente. [...] Todo resultó en una gran frustración”, había dicho con la certeza de que finalmente sería superada la trama de errores del pasado.
También dijo que había entrado por la ventana y que lo iban a sacar con los pies para adelante. Fue una pena enorme que tuviera razón, que haya sido profético; él, que no había venido a traer la paz, sino a restituirle legitimidad a la lucha por reducir las desigualdades.
Dejó en marcha un proyecto de país y un sueño que no se acabó con él. En el desván de la historia quedaron el desprecio y el cinismo con el que lo maltrataron quienes pensaban diferente. Eso también se desvaneció como el humo.
Quedó su recuerdo vibrando en el aire. El recuerdo de alguien irremplazable. El recorrido de un hombre audaz con algo de niño. Una figura indispensable para entender la Argentina contemporánea de la que fue su protagonista absoluto. El más inesperado…”
Fragmento del prólogo del libro “Néstor, el Presidente Militante” de Gabriel Pandolfo, Ediciones Aguilar
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