Emergencia hídrica
Por Julio Rudman (desde Mendoza)
CIELO
Cielo es bellísima. Joven, estilizada y rubia. Pero no me gustan las rubias. Claro, hago excepciones. Marylin, Graciela y ahora, Cielo.
Entró y parecía que irradiaba luz. Inmediatamente pensé, fue como una inspiración o una fantasía (suelen ser lo mismo), que traía la solución al desastre ambiental que padecemos.
Que una rubia, por más angelical que sea, produzca el alivio que todos esperamos es un delirio. Pero a mí me pareció que, agotadas las instancias científicas, las místicas, las cabalísticas y las supersticiosas, bien podía suceder que una rubia y su perfil perfecto lo lograran. Además, y verán que no es un detalle, se llama Cielo.
Hace más de seis meses que no llueve. Es Odnocam, Macondo al revés. Tenemos las mucosas secas, los ojos infectados. Los ríos de la provincia son culebras sedientas, las plantas rezan plegarias inútiles y, lo peor, el cutis de las muchachas comienza a agrietarse perceptiblemente.
Los meteorólogos son las vedettes mediáticas y cada poblador espera sus diagnósticos climáticos con más avidez que el llamado de una novia o un novio. Son también comparados con los políticos veteranos por el incumplimiento ostensible de sus pronósticos de lluvia inminente. Me contaron que algunos ya no salen de sus casas por temor a las represalias de los intolerantes que nunca descansan. Otros se asoman a la vereda con la secreta esperanza de recibir aunque sea un baldazo de agua que les alivie el sopor y les moje la esperanza.
El jardín de mi casa parece un paisaje lunar. Si esto sigue así pondré un cartel en la puerta anunciando un Ischigualasto privado y en miniatura. Tal vez lo recaudado me ayude a sobornar a los empleados municipales que venden bidones de agua marrón a precios de mercado internacional. Como se trata, obviamente, de un bien escaso no falta un economista neoliberal que justifica el negociado con el argumento de que sin ellos el drama sería peor.
En fin, tengo sed y la ilusión que me produjo la aparición de Cielo en mi vida se diluye como agua entre los dedos, si me permiten la añoranza.
Como les dije, Cielo es bellísima. Pero Cielo no llueve, ni llorando.
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