martes, 18 de octubre de 2011

Por qué “los cabecitas” no quieren trabajar por dos mangos


Problemas para la recolección de la cosecha… Los negros holgazanes no quieren laburar. Mientras tanto el Estado paga mejor que los privados.

Por Julio Rudman desde Mendoza
Cuando éramos jóvenes soñábamos con construír. Algunos, pocos, se hicieron arquitectos o ingenieros. Los más, seguimos itinerarios distintos pero convencidos de que amor y lucha eran, son, pájaros de un mismo cielo. Por eso tus muslos fueron los pilares de un edificio maravillosamente sentido y pensado.
Luego llegó aquel profundo texto de Chico Buarque, hecho canción, que redime el martirio del trabajador de los ladrillos. Canción que aún nos emociona y que nunca pudimos aprender de memoria por la fenomenal complejidad de su estructura literaria.
En el cine, Elio Petri nos contó que "La clase obrera se va al Paraíso", de la mano de Gian María Volonté, pero en 1971 ya sabíamos que el Paraíso es otro invento más de un best seller que lleva más de dos mil años de vigencia. Entonces nos llegó la muerte, la tragedia genocida y los trabajadores resistieron como pudieron, pero resistieron.
Te cuento estos pareceres porque el sol (hoy opacado por cenizas volcánicas) ha dejado de ser una metáfora de luz, aunque varios muestren la hilacha, como dicen las viejas.
El pasado 2 de octubre, el diario Los Andes, nuestro clarinete prehuárpido y zanjonero, publicó una nota, firmada por Miguel Ángel Flores, con un título enigmático: "Cortes de cintas complican obra privada". Tanto alarde literario me llamó la atención y sucumbí al relato.
El colega florido afirma que los trabajadores de la construcción, son alrededor de 16.000 en Mendoza. Unos 9.000 de ellos laburan en obras públicas (las inauguraciones enmascaran ese "corte de cintas" neoborgiano). Pero el efecto colateral es que esos 9.000 ganan un 25% más que los que están conchabados por empresas privadas.
O sea, lo que molesta a estas últimas es que la clase obrera no quiere ir al Paraíso, sino mejorar su nivel de ingresos. Y, claro, eso es contagioso y los pobres patroncitos no consiguen convencer a laburantes que quieran ganar unos mangos menos. Siempre desagradecidos los cabecitas, siempre buscando las comodidades, siempre holgazaneando y tratando de entorpecer al patriótico empresariado nacional (el exceso de gerundios es un homenaje explícito a mi querido Oscar D'Ángelo).
En lugar de equiparar hacia arriba los tipos muestran una acabada conciencia de clase. Perversa, pútrida, egoísta. Un asco, como dijo Fito.

2 comentarios:

  1. Buenas Julio,

    Hace un mes fui de vacaciones a Salta. Visitando una de las bodegas de Cafayate, el presentador se quejaba de que no conseguían brazos para la cosecha y que este año tuvieron que recurrir a cosechadoras automáticas. Culpó a los planes gubernamentales por la situación.

    Finales del invierno, pero el mediodía era sofocante. Al terminar la visita a bodega, no tuve más que mirar a los viñateros trabajando bajo el solazo abrasador del mediodía para darme cuenta que yo también preferiría los planes a ese trabajo extenuante.

    Saludos

    Andrés

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  2. Siempre dije que ningún emprendimiento mano de obra intensivo tiene futuro en la Argentina.
    En 2002-2004 muchos hicieron castillos en el aire, a los que me pidieron consejo los disuadí y hoy me agradecen. Querés cultivar aceitunas por ejemplo? Traé tecnología ahorradora de mano de obra del primer mundo, aunque haya desperdicio, si querés trabajo manual, tarde o temprano te fundís.
    El tema es otro, los que viven de planes no estan capacitados para manejar una máquina, es más fácil rescatar a otro operario de su trabajo manual. O sea que su situación de vivir sin trabajar se eterniza, y se puede transmitir generacionalmente. Por eso es que cada vez hay más extranjeros en la construcción, no es por los sueldos, es por la cultura de trabajo.

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