“El secretismo del Gobierno de célula, válido para la crisis, no lo es para la ´normalidad` “
Por Luis Tonelli
“…Y Cristina Fernández está dando muestras significativas de estar considerando la etapa del kirchnerismo inicial como claramente agotada. Esa etapa de emergencia en donde se jugaba con lo que había y con lo que se podía (fuera con gobernadores feudales, torvos intendentes, policías sospechados, jueces adictos y amigos que querían ser capitalistas) llegó a su fin. El 54 por ciento de los votos que ha obtenido Ella, y sólo Ella, le ha brindado la suficiente legitimidad para haber desbancado (si lo hubiera querido) a cualquier jefe territorial, ya que esta vez la tracción vino “de arriba” y no “de abajo”. Ahora ya lo saben, y muchos han puesto sus barbas en remojo, aunque pareciera que el rasurado será un tanto más profundo.
Inclusive, antiguos favoritos del poder presidencial hasta hablan de un “jacobinismo cristinista”, y hacen públicos sus temores de que su tiempo haya quedado ya irremediablemente en el pasado. Ciertamente, dejada atrás la emergencia, es ahora cuando están dadas las condiciones para que “emerja” una refundación institucional, y no sólo la instalación de un relato más o menos convocante pero que no parece muy útil para ser transformado en la sintonía fina que se necesita.
Hasta el núcleo iridiscente de poder y concentrado se ha vuelto anacrónico. El secretismo del Gobierno de célula, válido para la crisis, no lo es para la “normalidad”, algo que ha comenzado a ser tematizado hasta por los colectivos de intelectuales más cercanos al oficialismo. Todo lo que sucede y emerge como contradicciones entre realidades y discurso difícilmente sea resuelto apelando al secretismo y a la decisión personal. Lo que queda oculto a la opinión pública también puede quedar oculto al gobernante, quien suele quedar aislado en su palacio de marfil, pese a creerse en el control de absolutamente todo….”
Inclusive, antiguos favoritos del poder presidencial hasta hablan de un “jacobinismo cristinista”, y hacen públicos sus temores de que su tiempo haya quedado ya irremediablemente en el pasado. Ciertamente, dejada atrás la emergencia, es ahora cuando están dadas las condiciones para que “emerja” una refundación institucional, y no sólo la instalación de un relato más o menos convocante pero que no parece muy útil para ser transformado en la sintonía fina que se necesita.
Hasta el núcleo iridiscente de poder y concentrado se ha vuelto anacrónico. El secretismo del Gobierno de célula, válido para la crisis, no lo es para la “normalidad”, algo que ha comenzado a ser tematizado hasta por los colectivos de intelectuales más cercanos al oficialismo. Todo lo que sucede y emerge como contradicciones entre realidades y discurso difícilmente sea resuelto apelando al secretismo y a la decisión personal. Lo que queda oculto a la opinión pública también puede quedar oculto al gobernante, quien suele quedar aislado en su palacio de marfil, pese a creerse en el control de absolutamente todo….”
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