domingo, 26 de febrero de 2012

Como amo y sufro al tren Sarmiento


Por Patricia Grinberg (Periodista argentina radicada en Brasil)
Esta nota fue publicada en Puedecolaborar el seis de abril de 2011. Después del horror de Once vale la pena volver a leer otra óptica de la vivencia en dicho tren.
 Tiene razón Peter Handke, las personas  exhalan una extraña belleza cuando están cansadas.  Algo especialmente visible en el tren, después de un día de trabajo.
  Estación Flores.  Estoy en el ferrocarril Sarmiento.  En el asiento vecino, una niña le dice al padre que lo ama, dos señoras con bolsas de compras dormitan.  Otra, con pinta de gitana, vende clips para el pelo.  Por unos instantes, tres muchachos de charango, guitarra y bombo despiertan a todos con unas chacareras.  Aplausos y muchos aportes  a la gorra para los que alegran la tarde.
  Cómo amo y sufro  este tren (todos y todas merecemos viajar decentemente, dicho sea de paso), cuántas historias desde aquel día a los 18 años cuando salí con los clasificados a buscar trabajo.  Amo a las gentes de este tren, a los que viajan en el furgón de las bicicletas, jugando al truco y tomando cerveza en botellas de gaseosa, a esos vigilantes (tercerizados) que a veces hacen la vista gorda cuando los muchachos pasan por encima del molinete, a las chicas de oficina con sus mp4, las vendedoras del Once,  los vendedores ambulantes de pastillas, panchos y linternas,  los obreros de Morón. Los obreros que hoy vuelven a llenar el tren, vaciado por los que ayer arrasaron con todo y hoy tropiezan con su propia mierda.
  Amo esta tierra, la amo hasta la médula.  Argentina, un sueño de tesoros plateados te dio  el nombre.  Y el tesoro estaba ahí, en los pueblos originarios andando sobre fósiles de dinosaurios en el desierto que dejaron los grandes hielos. Pampa, tierra sin árboles.  Esos pueblos  resisten aún, y esa resistencia evoca en el viento patagónico y en el Bermejo, en un ex campo de concentración devenido (exorcizado) en espacio vital y público, en las fábricas  e identidades recuperadas, en los permacultores que enfrentan a la soja-veneno- ración para chanchos lejanos, en los unidos por el rio de Vicente López y los huerteros urbanos comunitarios contra los que quieren alambrar el rio, en los mapuches que los united colors de Benetton no podrán expulsar, en la Plaza memoria verdad y justicia  del 24-03-11, repleta,  alegre y en paz y ese grupo de quinceañeras con remeras pintadas “Cristina pasión”…
 Y es que volvió la pasión, y este podría ser el titular del diario que no habla de ti. Y la pasión molesta y cómo a los devotos del mundo orwelliano de los iguales, a los que te quieren controlar a través del miedo, y a la vez temen a la alegría,  una especie de felicidad  que no es  ni será perfecta ni acabada: es algo en construcción. Gentes apasionadas son más duras de controlar. Resisten.
  Esa resistencia, ese aguante, evoca también, y especialmente, en esta nena que le dice al padre “te amo” y en él (morocho de toda morochez) que la abraza fuerte mientras le responde “y yo te amo hasta el cielo”. 
  Estación Castelar.

2 comentarios:

  1. me bajo en liniers y camino26 de febrero de 2012, 20:01

    si los del furgón solo juegan al truco y toman cerveza nunca viajaste en el furgón.
    nunca te llegó el olorcito a faso, nunca los viste tomando merca, nunca viste a los niños que "venden" cosas (que mecánicamente te dejan algo sobre las rodillas para sacarlo después de un rato)...

    ya van nueve años, ya deberíamos ir dejando de resistir y de aguantar, ¿no?

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  2. Sr.director. Colocar una nota con este contenido habiendo sucedido lo que pasó, se me aparece como un acto cínico. Siga Ud. colaborando de esta forma y la patria será cada vez más chica. Cada vez para menos gente. Ezequiel de Haedo.

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