Legitimidad y estrategia desproporcionada / Padres que parecen desaforados en las reuniones defendiendo a sus hijos como si enfrente hubiese una dictadura / El discurso de Feinmann "el malo"
Conflictos entre estudiantes, escuela y adultos
De la toma y otros cantares…
Hace unos días un colega con quien trabajamos hace años en un secundario me pidió una reflexión a propósito de la toma del colegio Pellegrini. Dicha inquietud fue a través de feisbuc, razón por la cual al leerla también me encontré que una amiga suya se había anticipado: “No puede, es inexplicable”. Ya no solo la pregunta inicial me animaba a volcar mi opinión, sino especialmente ese comentario posterior. Pensé que si adjetivamos como inexplicable la relación entre adolescentes y adultos, aquellos que debemos intervenir o salir a jugar cotidianamente en este complicado desafío, estamos listos. También pensé que inexplicable puede aludir a algo complejo, incómodo, y controversial, entonces logré mejor empatía con ese comentario que lejos de alejarme me arrimó al teclado.
Todo conflicto requiere ser comprendido en el contexto que se produce. Más aun en este caso, una toma de colegio por parte de los alumnos, que reaviva episodios recientes en nuestra ciudad que, a mi juicio, fueron mucho menos provechosos para el debate y discernimiento publico que para el espectáculo mediático poniendo a los adolescentes como blanco al igual que esos juegos de la plei en el que hay que ametrallarlos para seguir participando.
Legitimidad y desproporción
El reclamo de los alumnos en torno a un bar/fotocopiadora accesibles en calidad y precio es legítimo (aunque ciertas miradas lo banalicen) pero también creo es desproporcionada la estrategia utilizada para efectuar dicha demanda. Las tomas, especialmente en los últimos años, han sido un recurso extremo que algunos colegios de la CABA han realizado porque se les caían los techos encima, no disponían de gas en invierno y les sacaban las becas de a montones, mientras aumentaban el presupuesto del subsidio a escuelas privadas (muchas con cuotas altas). Además no solo no fueron escuchados, sino especialmente ninguneados y perseguidos con la elaboración de listas negras en sintonía con el discurso feinmanneano que discrimina y estigmatiza (siempre listo para elevar las ventas). Dicha acción estudiantil, sin dudas con mala prensa (cosa que habría que debatir más, y no solo en los medios) no me parece pertinente. Aunque los chicos digan que atravesaron todas las instancias de negociación, creo que existen todavía otras formas de pedir atención e insistencia.
Adulto en reparación
Pero también dicho episodio pone al descubierto la fragilidad y los límites para construir una posición adulta responsable que logre anticiparse a dicha contingencia, desmarcándose o relegando contiendas gremiales y sectoriales para escuchar ( de otras maneras) y dialogar mejor con los adolescentes, más allá de las múltiples equivocaciones de estos últimos, asunto siempre esperable en territorio escolar. Hay algunos componentes del estado actual de juvenilizacion que experimenta nuestra sociedad (ser joven full-life, contra viento y marea, lo juvenil como marca de época y mercado) nos hace perder de vista el horizonte o ciertas coordenadas básicas para la educación y la escuela. Padres que parecen desaforados en las reuniones defendiendo a sus hijos como si enfrente hubiese una dictadura, cuando del otro lado, hay adultos que sin dudas se equivocan (a veces mucho), pero especialmente pierden la brújula o realmente no saben que trole hay que tomar.
A veces me da la impresión que algunos adultos saldan deudas paternales con la complicidad horizontal que parece aliviar pero sin dudas complica más la cancha. O saldan deudas personales con la (propia) militancia perdida, con asuntos de la propia adolescencia que pueden tener contacto pero que son otra cosa que la adolescencia de sus hijos y hay que dirimir sin duda, pero en otra parte. Y el asunto se agrava si contemplamos que en los días que corren se han acortado (buen síntoma) las distancias tan enormes que otrora separaban las generaciones, con los riesgos que conllevan ciertas alteraciones de las fronteras entre adultos y jóvenes. Madres o padres que parecen ser sus hijos/as (por obra de la cirugía, la compra de ropa y demás mercancías en las mismas tiendas), pibes que la vida los llevó a hacerse adultos de golpe, niños o jóvenes que alfabetizan adultos, o a sus propios docentes si de tecnología se trata, entre otras muchas situaciones en que el paisaje social nos confirma que la separación generacional vive tiempos revueltos.
En este clima de época, también hay que decir que muchos adultos se sienten indefensos frente a estos cambios, debilitados, y como si fuera poco la “fatiga de ser uno mismo “ expresa impotencias, sinsabores de un adulto que se descoloca con la idea de futuro incierto, natural para los mas pibes (no por ello indolora) pero impensada para quienes escuchamos a nuestros padres o abuelos organizarse en un mundo de certezas.
Suele suceder que muchos adultos antepongan la propia vulnerabilidad adulta (miserias incluidas) a la de los más pequeños y en esa operación (sea más o menos consciente) se evada, disimule, o renuncie a la necesaria posición adulta de hacernos cargo de la asimetría, de la educación de los adolescentes, de nuestros alumnos, de enseñarles, de ponerles los puntos al mismo tiempo que los cuidamos, y acompañamos. Poner límites no es un rasgo autoritario sino una condición necesaria para alimentar la construcción de una autoridad y convivencia democráticas. Y esa construcción sin dudas es a costa de errores, desprolija y está plagada de grises. Hay que salirse de esa falsa opción binaria que simplifica y nos encierra entre la autoridad de la imposición o la demagogia condescendiente. O nos ofrece una autoridad impune del yonovinada que también marca un estilo adulto que necesita interpelarse cuanto antes.
Nuevos mapas para nuevos territorios
Destaco la historia y calidad formativa en muchos colegios universitarios, así como sus microclimas de afectos, creatividad y entusiasmos del que fui/soy testigo tantas veces. Pero siempre fui crítico de su tradición elitista, de aquello que tan elocuentemente explicaba el sociólogo Bourdieu con el término “distinción”. Por eso me intento convencer que dicha cualidad exclusiva puede transformarse. Atendiendo al reclamo reciente, y en el contexto de lo que viene ocurriendo con sus pares en la ciudad, y especialmente en el de la propia institución. Hay que cuidar de no reproducir la lógica de la distinción con el reclamo, en el caso de los estudiantes. Hay que cuidar de no quedar pegados a la nostalgia de lo que fue y ya no es, o a la trampa de esquivar la necesaria asimetría, en el caso de los más viejos.
Un último asunto. Vivimos en una sociedad del todo o nada, en el que todos/as van por todo, en el que a veces no se tolera la espera ni la media tinta. Hay quienes quieren que una autoridad, aunque legitima, caiga, otros no se bancan al que piensa gris, porque solo hablan blanco o negro. Quizás también, en muchos sectores el piso de algunos derechos se ha elevado (poco, o bastante, dejo eso para termometreros, pero de cualquier forma eso es bien bueno!) Entonces es factible que los pibes quieran ir por todo, porque sienten que si no, no los escuchan ni atienden… igual que muchos adultos…
Tal como advierte el colega Sergio Balardini en su “Que hay de nuevo viejo” , no es conveniente medir o juzgar las formas de lucha de los adolescentes con la vara de la militancia que guardamos los adultos en nuestra memoria. Los territorios son distintos y también los mapas para recorrerlos. La cybercultura es toda una nueva y revolucionaria dimensión que le imprime novedad a los modos de ser, de estar, de decir y organizarse. Habrá que animarse entonces, a correr nuevos riesgos de lo que nos separa, de los desentendimientos, pero con la firme intención de vivir mejor juntos.
Los pibes aprenden más de lo que hacemos que de los que decimos que hagan.
Entonces no nos hagamos los sorprendidos levantando el volumen de C5N, mejor hablemos más y mejor entre generaciones, nosotros adelante.
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