Apuntes sobre Plataforma 2012 / Saccomanno y Giarraca se comieron el amague / Flaco favor le hacemos a la causa nacional y popular si todo pensamiento se reduce a ser kirchnerista o antikirchnerista
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Saccomanno, Sarlo y González |
Por Julio Rudman
Hoy me llegó la reedición de "El imperio de los sentimientos", de Beatriz Sarlo, publicado originalmente en 1985. En los agradecimientos la autora destaca la lectura y las observaciones de David Viñas y reconoce que hay en la obra mucho más de Viñas de lo que parece en una primera lectura.
Pasó el tiempo. David dejó este mundo y dejó también una obra coherente, sólida y señera. Sarlo reparte su tiempo entre Radio Mitre y el diario de los Mitre, La Nación.
Apareció el manifiesto de Plataforma 2012. Regalo de Reyes Magos para la campaña mediática antiK. Lo que podría haber sido un aporte promisorio para el debate de ideas en la Argentina se transformó, rápidamente, en la versión intelectual del Grupo A, esa desmañada acumulación de legisladores opositores surgida al calor de las elecciones de junio de 2009. ¿Qué pasó? Repasemos.
Un cierto sector de artistas, intelectuales y académicos sufren de un reflejo pavloviano cuando escuchan o leen los términos "pensamiento crítico". Inmediatamente se van a camarines, se ponen los cortos y salen a la cancha dispuestos a jugar en un equipo que ellos creen que tiene como DT a Bielsa, Cappa o Martino, pero para su desilusión el que da las instrucciones es el Narigón Bilardo. Como son buena gente, honestos, talentosos y autocríticos, vuelven cabizbajos al vestuario y se visten nuevamente de civil. Apesadumbrados, estafados, engañados. Así se sienten.
Algo de eso les pasó a Saccomanno, Giarraca, Lestido y siguen las firmas. Es que, como apoyan el modelo iniciado por Néstor Kirchner en 2003 y recontra profundizado por la Morocha desde 2009, pero lo apoyan críticamente, se comieron el amague.
Tengo queridos y admirados amigos y compañeros en Carta Abierta, tanto en el orden nacional como en el provincial. Fui cofundador de la filial Mendoza pero, lo confieso sin pudores, me siento más cómodo, más libre, acompañándolos desde afuera. Ellos, felizmente, lo han entendido y se los agradezco. No es estrictamente necesario pertenecer a un colectivo orgánico para ser militante de una causa. Ahí están los extraordinarios ejemplos de Mempo Giardinelli y José Pablo Feinmann, o Víctor Hugo Morales y Eduardo Aliverti, como prueba fehaciente de que es posible. Tal vez, necesario. Flaco favor le hacemos a la causa nacional y popular si todo pensamiento se reduce a ser kirchnerista o antikirchnerista.
Lo único binario que conozco y funciona más o menos bien es OSDE. Pero es carísimo.
Con la humildad que la caracteriza, Beatriz Sarlo se convirtió en referente casi exclusiva de Plataforma 2012. Para eso contó con su proverbial debilidad por la figuración (no me refiero a la escuela o tendencia en artes plásticas que se conoce con ese nombre) y con el soporte mediático del diario para el que escribe, siempre atento y con los reflejos alertas para intentar joder al gobierno de Cristina. Bien lo dijo la socióloga Norma Giarraca, una de las arrepentidas, nada crítico y con buena leche puede nacer de La Nación.
Es interesante la conclusión a la que llega Guillermo Saccomanno quien, en correo electrónico privado, me hizo observar que la estampida y ruptura abortiva (perdón monseñor) de Plataforma se produce cuando aparece el nombre de Sarlo entre las firmas. La Plataforma se convierte en Sarloforma y sobrevuela entonces el sindrome Carrió. Los buenos, los honestos, los defraudados huyen despavoridos. Vade retro.
Es que, y he aquí la paradoja, no hay aporte crítico en ese manifiesto. Sólo, por ahora, esa imputación que hemos recibido personal y colectivamente quienes creemos que el país, la sociedad argentina toda, está infinitamente mejor que en 2002. Se nos arrojan dos piropos, ambos de una calidad ética desdeñable. O compartimos ese 54% de pelotudos embaucados, o somos mercenarios pagados por las bondades del viento de cola kirchnerista. No sé con cual quedarme. Una ex amiga me acusó de inmoral por pensar como pienso y recibir un sueldo por mi trabajo en Radio Nacional Mendoza. Su marido, ya fallecido, me ofreció comercializar medicamentos robados, en un momento durísimo de mi vida. Tenía que formar parte de un negocio que se iba a dedicar a coimear a funcionarios del área de salud para ganar licitaciones públicas. Aquí estoy, preguntándome si esa señora vio una película que se llama "Mirá quién habla".
Otra. Una directora de escuela secundaria de Las Heras, Mendoza, despotricaba contra la programación de nuestra radio y hacía especial hincapié en Julio Rudman. O sea, yo. Que ella recordaba mis años de militancia comunista y ahora, por guita, había caído (así dijo, caído) en ésto. Averigüé que su salario es casi tres veces superior al mío. Enhorabuena. Eso es inclusión, pero debo dejar en claro, explícitamente, que no soy kirchnerista. Estoy kirchnerista, como dice mi amigo, el profe de Historia, Oscar Rodríguez. Es, precisamente, por mis convicciones de comunista hormonal (¡salud, José querido!) que milito donde milito. En fin, no quiero hacer de este textículo un asunto personal. Es que anduve, por estos días, leyendo a Sartre y algo me contagió.
Mientras se confirma aquella tesis que dice que, como el radicalismo, el cáncer ya no es lo que era, manifiesto mi más sincero deseo de que se reactive el músculo del debate fructífero de ideas. Nuestra sociedad lo necesita.
Claro que hay aspectos de la cultura política nacional que merecen corregirse. Como dice Mempo en su "Cartas a Cristina" todavía no hay un solo funcionario corrupto preso, la política ambientalista y de defensa de los recursos naturales tiene agujeros negros dignos de ser estudiados por Hawking, existen gobernadores provinciales que no son lo que dicen, la llamada Ley Antiterrorista merecía, al menos, una más profunda discusión con la ciudadanía toda, el aparato judicial sigue siendo un refugio de cavernícolas, el régimen de propiedad de la tierrra es una asignatura pendiente y así podría seguir un rato marcando errores y metas incumplidas, todavía.
Pero, sinceramente, he leído más pensamiento crítico en los 11 documentos publicados por Carta Abierta que en este manifiesto redactado a la medida del estilo clasista e insultante de Sarlo. No sirve caer en el exabrupto de creer que lo hacen por guita. Sería como escupir para arriba y repetir sus propios argumentos hacia nosotros. No es por plata que se formó la Plataforma. Es por Sarlo que se deformó. Lo de esta gente es un caso de indigestión. Se comieron a King Kong y no lo pueden digerir. Ideología gorila explícita.
Me queda claro que este nuevo intento demuestra que la oposición perdió la iniciativa política hace tiempo y busca, por ahora infructuosamente, distintos caminos para recuperarla. Así no sirve, me parece. Piensan que somos más de doce millones de imbéciles y corruptos que no nos damos cuenta de que La Nación y Beatriz Sarlo tienen la precisa.
Es que no nos dicen cuál es. Tal vez porque es impresentable.