Para entender más y mejor la dictadura del 76
El golpe, los golpes
Por Néstor Restivo (*)
Cada aniversario del 24 de marzo se ajusta la lente sobre qué pasó realmente en Argentina. Primero se hacía eje en su dimensión represiva, la sanguinaria actitud de las FF.AA. y los grupos de tarea, muertes, desapariciones, torturas. Luego se extendió el foco a los ejecutores civiles directos del plan económico como Martínez de Hoz, Alemann, Solanet, Diz, Cavallo y otros, retomando lo planteado por Rodolfo Walsh, quien ya en 1977 en su Carta Abierta refería las motivaciones económicas del golpe. Ahora se analiza más el rol que le cupo a empresarios, Iglesia, jueces, dentro del vasto apoyo civil a Videla, Massera y compañía. Pero la razón última, creo, aún está poco presente en la memoria de cada 24 de marzo. Salvo en estudios sobre la Operación Cóndor de coordinación represiva en el Cono Sur, en general falta una visión de la economía mundial y regional, de esa globalización de la cual Argentina es parte, y cuya coyuntura en aquellos años ayuda a entender qué sucedió, por y para qué.
El lustro 1971-76 fue quizá el más dramático de América Latina. En 1971 fue derrocado en Bolivia el general nacionalista Juan J. Torre por otro general, Banzer, que instaló un régimen sanguinario. Ese mismo año nació en Uruguay el Frente Amplio, y el amenazado poder partidario tradicional respondió con un golpe en 1973 cuando ya Tupamaros estaba diezmado, igual que otras guerrillas al momento de cada golpe de Estado. En 1973 voltearon en Chile a Salvador Allende. En 1975 caía el militar revolucionario peruano Velasco Alvarado y subía el militar liberal Morales Bermúdez. En 1976 le tocó a Argentina.
Según el ecuatoriano Agustín Cueva, para 1976 había “dictaduras reaccionarias en Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile, Paraguay, Perú, Ecuador, Nicaragua, Salvador, Guatemala, Haití y Granada, en buena medida también en R. Dominicana y Honduras, y bajo una fachada civilista en Colombia”. O sea, casi todo el continente gobernado por militares (y civiles beneficiados detrás). Si alguien cree entonces que a Isabelita la voltearon porque -como la acusaban- era “inepta” o porque Argentina “era el caos”, se equivoca. ¿Qué tenía que ver ella con el ideario de Allende, o Torre con lo que pasaba en Centroamérica? ¿Qué estaba en juego a escala sistémica? Lo que mueve siempre al capitalismo: la tasa de ganancia de las grandes empresas, quién se queda con la mayor parte de la riqueza de un país. Por eso la primera víctima de los golpes fue el salario.
En los 30 años previos, el capitalismo vivió su “era dorada”, inclusive mejoraron los trabajadores y países periféricos pues el poder económico estaba más regulado. Pero la ganancia media cayó de 40 a 10%. Para 1968, en la Trilateral Commission el estadounidense Samuel Huntington habló de “exceso de democracia”, y había que detenerlo. En EE.UU. y Europa (represión a las luchas pro-derechos civiles, al Mayo francés, al movimiento huelguístico italiano) fue más civilizado. En América Latina fue brutal, le costó la vida a decenas de miles de personas.
Esa crisis de entre los ’60 y ’70 tuvo otras opciones, las comentadas: gobiernos populares y democráticos, de izquierda, centroizquierda, desarrollistas, aun con tibios acuerdos policlasistas o hasta de derecha y militares. Pero la gramática del capital buscaba otra cosa: romper los controles de posguerra y los “excesos de democracia”, argumentando “caos” y sobredimensionando el factor guerrillero, y recuperar una economía al servicio de grupos económicos poderosos. Hecha la tarea por las FF.AA., lo lograron en los ’80 y en los ’90 con el neoliberalismo en su cenit y a través, en especial, del capital financiero.
No negamos que cada golpe tuvo perfiles nacionales. Pero más allá de tales hubo un trasfondo de tanto golpe como el del 24 de marzo: parir una sociedad más injusta para beneficio de minorías concentradas. Las FF.AA. fueron ariete y muchos ni se enteraron qué poderes movían hilos desde atrás, imbuidas como estaban en su gran tarea de salvar a occidente con la Doctrina de Seguridad Nacional.
(*) Periodista e historiador. Columna transmitida esta semana en Radio Nacional.