
Por Franco Spinetta
Los cánticos populares adquieren una especie de impunidad. Cuando mucha gente canta a coro alguna consigna, es posible que el contenido no sea revisado minuciosamente. Es así como, por ejemplo, en la cancha es posible escuchar cantitos xenófobos, discriminatorios y que hacen apología de la violencia, las drogas y la delincuencia. Eso no quiere decir que todos los participantes sean drogadictos o ladrones.

Algo parecido fue sucediendo en las manifestaciones populares a favor del kirchnerismo. Y vamos a hacer hincapié en el pegadizo cantito que reza: "Clarín, Magnetto, devuelvan a los nietos". Más allá de la inventiva popular incansable, y de que el apellido Magnetto rime justamente con la palabra "nieto", el canto contiene en sí algo peligroso. Te cuento que yo la canto aunque tengo dudas.
Transformada en una consigna política, la canción engloba un hecho que resulta símbolo de los delitos del poder, que siempre gozan de una impunidad mayor respecto de la población común y corriente. Pero no habría que cantarla. Se trata de un hecho triste, que más allá de la actitudes que adopten Felipe y Marcela Herrera de Noble (seguramente más presionados por el Grupo que por la opinión pública), es algo de lo cual no habría que hacerse bandera política.
Ya hemos escuchado el argumento repetido hasta el hartazgo de que a los Kirchner nunca les importaron los derechos humanos, que hicieron guita en la época de los militares a través de una resolución que la propia dictadura impulsó, que primero lamieron los pies de Clarín para luego tratar de destruirlo. Es cierto. No va a ser el argumento de este artículo.
Lo importante es que hoy se están destapando ollas que, en cualquier otro contexto, no se abrirían.
Pisar el palito con canciones tontas, políticamente inservibles, es caer en un lugar perjudicial para seguir avanzando con los Juicios por la Verdad, con la recuperación de los hijos de desaparecidos. Poner carteles escrachando a periodistas del Grupo, también es ridículo; como así también lo es que un jefe de Gabinete luzca una remera con dos muñequitos con un clarín en la cola.
No es momento de hacer eso. Por el bien y la verdad.
Los cánticos populares adquieren una especie de impunidad. Cuando mucha gente canta a coro alguna consigna, es posible que el contenido no sea revisado minuciosamente. Es así como, por ejemplo, en la cancha es posible escuchar cantitos xenófobos, discriminatorios y que hacen apología de la violencia, las drogas y la delincuencia. Eso no quiere decir que todos los participantes sean drogadictos o ladrones.

Algo parecido fue sucediendo en las manifestaciones populares a favor del kirchnerismo. Y vamos a hacer hincapié en el pegadizo cantito que reza: "Clarín, Magnetto, devuelvan a los nietos". Más allá de la inventiva popular incansable, y de que el apellido Magnetto rime justamente con la palabra "nieto", el canto contiene en sí algo peligroso. Te cuento que yo la canto aunque tengo dudas.
Transformada en una consigna política, la canción engloba un hecho que resulta símbolo de los delitos del poder, que siempre gozan de una impunidad mayor respecto de la población común y corriente. Pero no habría que cantarla. Se trata de un hecho triste, que más allá de la actitudes que adopten Felipe y Marcela Herrera de Noble (seguramente más presionados por el Grupo que por la opinión pública), es algo de lo cual no habría que hacerse bandera política.
Ya hemos escuchado el argumento repetido hasta el hartazgo de que a los Kirchner nunca les importaron los derechos humanos, que hicieron guita en la época de los militares a través de una resolución que la propia dictadura impulsó, que primero lamieron los pies de Clarín para luego tratar de destruirlo. Es cierto. No va a ser el argumento de este artículo.
Lo importante es que hoy se están destapando ollas que, en cualquier otro contexto, no se abrirían.
Pisar el palito con canciones tontas, políticamente inservibles, es caer en un lugar perjudicial para seguir avanzando con los Juicios por la Verdad, con la recuperación de los hijos de desaparecidos. Poner carteles escrachando a periodistas del Grupo, también es ridículo; como así también lo es que un jefe de Gabinete luzca una remera con dos muñequitos con un clarín en la cola.
No es momento de hacer eso. Por el bien y la verdad.